EL CAMINO DE LA VIDA

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EL CAMINO DE LA VIDA. - Every day you may make progress. Every step may be fruitful. Yet there will stretch out before you an ever-lengthening, ever-ascending, ever-improving path. You know you will never get to the end of the journey. But this, so far from discouraging, only adds to the joy and glory of the climb. - Sir Winston Churchill.

lunes, 27 de febrero de 2012

Reseña de cine: "Un método peligroso"

Tratar dramas históricos en el cine siempre es problemático, debido a la necesidad de sintetizar, en el espacio aproximado de dos horas, lo esencial de aquella situación que el director desea mostrarnos, sin faltar por ello a la verdad o distorsionar lo ocurrido.  En el caso de situaciones más o menos recientes, o que están documentadas, los riesgos son mayores, por la posibilidad de pecar con sesgos ideológicos o axiológicos en la presentación del tema, o caer en problemas de literalidad en la forma de exponer la trama.

Esta tarde vi “Un método peligroso”(no sé si ese es el título oficial en español), la película de David Cronenberg, que trata sobre la relación entre dos personajes famosos del psicoanálisis: Sigmund Freud (Viggo Mortensen) y Carl Jung (Michael Fassbender), en el contexto del tratamiento de una paciente (Sabina Spielrein, protagonizada por Keira Knightley), quien con el tiempo terminaría siendo una importante psicoanalista por derecho propio. 

La historia transcurre en los primeros años del siglo XX, cuando muchas cosas ocurrían en Europa: el viejo orden estaba por caer en la pesadilla de la Primera Guerra Mundial, que constituyó un acomodo político y social de enorme magnitud; el materialismo marxista estaba por apoderarse de Rusia, para comenzar a ejercer su influencia sobre todo el este europeo; los judíos se veían cada vez más marginados en la Europa central, en preparación para lo que vendría unas décadas más tarde; Freud iniciaba una revolución que tocaba puntos medulares de la conciencia histórica, adentrándose en los mundos de la psiquis y la sexualidad, hasta entonces prácticamente desconocidos; y, la ciencia comenzaba a auscultar conceptos que eventualmente pondrían el rígido ordenamiento moderno de Galileo y Newton en términos de verdadera “relatividad”.   Si a lo anterior sumamos el peso del nihilismo de Nietzsche y del pesimismo de Schopenhauer sobre el pensamiento filosófico; las revoluciones estéticas que significaron las obras de Matisse y Picasso en las artes plásticas, o Debussy y Stravinsky en la música; así como el poder creciente de la burguesía frente a las anquilosadas estructuras monárquicas, o las ansias de dominación de las potencias de entonces, se comprenderá que Europa estaba en una verdadera crisis de valores que sólo necesitaba de una excusa para detonar a gran escala.

Este es el contexto que subyace a la película y que sirve como fondo al encuentro y posterior separación de Freud y Jung en la época en la que nace el psicoanálisis.  La relación entre ellos tiene muchas aristas.  Hay mutua admiración y celos a la vez.  Hay una relación de tutor y pupilo (real o ilusoria, según quien la mire) y, de algún modo, una relación edípica, casi amorosa entre los personajes (si bien apenas manifestada).  En el medio, Sabina Spielren tiene sus propias complicaciones, aquejada por un caso agudo de histeria que los “expertos” Jung y Freud se apresuran a tratar como mejor pueden, si bien no siempre en total apego a la ética profesional.

La película se inicia en torno al caso clínico de Sabina, pero termina como un drama personal que envuelve a los tres personajes principales.  Así, frente a la afectación personal con la que se inicia la película, que aqueja a una emocional Sabina frente al frío cientificismo de Jung, acabamos con un estado de dolores y resentimientos de diverso molde que afectan a una Sabina ya rehabilitada o “normalizada”, a un Jung que se ha entregado con pocas reservas a sus propios demonios personales y un Freud que no logra conectar emocionalmente con sus semejantes, como no sea desde el pedestal del analista que está por encima de sus pacientes.

El filme empieza a bordo de un viejo carruaje, que avanza histéricamente hacia un sanatorio suizo, para que Sabina sea atendida por un frío y perfectamente controlado Jung, y termina en un compartimiento de un moderno ferrocarril, que se aleja suavemente de Zürich, con una Sabina que experimenta emociones igualmente fuertes, pero que esta vez ella controla, luego de dejar a un Jung vulnerado para siempre.  Freud ha quedado atrás para ambos, en el ostracismo de una Viena que ninguno de ellos visitará más, incapaz de relacionarse con ellos (o probablemente con nadie) desde su torre de marfil.

El tema es el nacimiento del psicoanálisis, desde las perspectivas que aportan cada uno de los protagonistas, pero de camino trata de mostrarnos a estos últimos como seres humanos, en sus aspectos más logrados y también los más fallidos.  El “análisis”, como término clínico, se convierte en la metodología/lenguaje por la que los protagonistas se relacionan, lo que hace que los diálogos sean un poco pesados y la relación entre cada personaje bastante formal.  El contraste es evidente cuando los aspectos más instintivos de cada cual (especialmente de Jung) salen a la superficie, como una especie de “Mr. Hyde”, para apoderarse de la fachada formal que, como buen “Dr. Jeckyll”, éste trata de mantener del modo más circunspecto posible, a tono con los convencionalismos de la época.

Ese contraste claramente representa la lucha entre los deseos y emociones más ingobernables de cada cual (el “ello” freudiano), frente a los esfuerzos del “yo” (“ego”) para conformarse al patrón social (“superyó”), mediante la dominación y el confinamiento consciente de esos instintos.

Cronenberg escoge a este trío de personajes para contar una historia interesante. Sin embargo, el análisis parece frío, como si estuviera explicando más un caso clínico que un drama pasional.  La manía de cada personaje de analizar a los otros dos ciertamente contribuye a dar esta sensación.

La visión de Freud es pragmática, metódica y científica, mientras que la posición de Jung es idealista, con propensión a lo místico y lo acientífico.  La discordancia entre estas dos maneras de analizar el mundo hace que el conflicto sea inevitable entre ambos, aunque traten de negarlo.  Frente a ello, la “animalidad” de Sabina ofrece el contraste apropiado para que Jung y Freud colaboren, choquen y discutan, cada cual sin abandonar sus perspectivas.  Vincent Cassel aparece brevemente en escena, para ilustrar la posición de Otto Gross, un analista desequilibrado, cínico y hasta charlatán (una mala influencia, podría decirse) dentro del drama establecido.

Los personajes exhiben sus contradicciones (esto es, su humanidad) dentro de lo complicado de sus posturas profesionales.  Gracias al caso de Sabina nos damos cuenta de lo tormentoso y doloroso que puede resultar la vida en sociedad y, específicamente, lo que Freud tituló luego el “malestar de la cultura”.  Jung muestra el conformismo del hombre occidental con la vida material (su esposa es rica y sumisa) y su doble moral para satisfacer sus instintos más primarios, sin abandonar por ello el confort de su vida burguesa.  Freud ejemplifica la soledad del intelectual, que tiene dificultades para relacionarse con su medio, más allá de teorizar al respecto y mirar con cierto desdén olímpico al común de la gente.

La película me pareció valiosa, aunque –como dije– un poco “académica”.  Se esfuerza mucho por tratar temas teóricos, como una especie de clase ilustrativa sobre las razones para el rompimiento de Freud con Jung o de Jung con Freud, según se quiera ver esa disputa.  Sin embargo, pueden detectarse algunas fallas en la presentación.  Por ejemplo, el filme ignora mucho de lo desarrollado por Freud sobre el inconsciente, para concentrarse en los aspectos sexuales de sus teorías, aunque sin profundizarlos, todo lo cual constituye una visión limitada del genio pionero de este autor.  Es evidente que Freud dio en el clavo al relacionar nuestras experiencias sexuales con nuestra forma de ser y de pensar, pero las implicaciones de sus teorías son mucho más ricas que ese vínculo fundamental (pero parcial) de la existencia humana. 

Por otra parte, la cinta habla del psicoanálisis como una disciplina que responde ya sea a la visión de Freud o a la visión de Jung, cuando en realidad el psicoanálisis es algo mucho más rico y complejo, que toma aspectos de cada uno de estos autores y que, además, ha recibido también aportes importantes de otros estudiosos en el campo, para dar una vocación humanista a esta disciplina profesional. 

El diálogo de la película es algo complicado pero muy inteligente, como cabría esperar de Cronenberg y de un tema como este.  Sin embargo, me parece que a la película le falta un poco de vitalidad.  En ese sentido (quizá por la presentación de la película como la relación de un trío principal y, ciertamente, por el tipo de personajes involucrados), es apropiado hacer un paralelismo entre este filme y “Más allá del bien y el mal”, la película de Liliana Cavani que vi hace muchos años en una Sala Garbo que aún recuerdo con cariño.  Acá también tenemos un trío ambivalente, formado por tres interesantes personajes que pertenecieron a una generación anterior a la de los protagonistas de “Un método peligroso”: Friedrich Nietzsche, Paul Rée y Lou Andreas Salomé.

En ambos casos estamos ante un guión basado en hechos reales, si bien interpretado con ciertas libertades. En ambas películas tenemos una figura parental, cuya autoridad es controvertida; una figura más joven, que no puede ni quiere seguir a la más vieja; y, una figura femenina, dispuesta a vivir en libertad, por encima de los condicionamientos sociales a su derredor.

De “Más allá del bien y el mal” se ha dicho que es un filme que “se compromete con el libre pensamiento por absurdo que parezca; se compromete con el arrasamiento de las costumbres morales que deniegan el derecho al placer y a la libre inclinación sexual; se arriesga a sacudir toda moral que ancle o que pretenda anular el derecho a vivir, con libertad, el lado oscuro que subyace en cada ser humano…”  De “Un método peligroso” podría haberse dicho algo similar, si Cronenberg hubiera querido explorar con mayor profundidad las implicaciones de este triángulo que, si bien no participa de los mismos vínculos emocionales entre sus miembros de la película de Cavani, sí parte de principios filosóficos que van contra muchos de los convencionalismos más establecidos de la sociedad occidental.

En una entrevista que le realizaron cuando “Más allá del bien y el mal” provocó el escándalo que comprensiblemente hubo tras su difusión, Liliana Cavani dijo que toda obra de arte hace pensar y cumple una función terapéutica porque obliga a desempolvar los miedos que llevamos escondidos en el alma.  Si escudriñamos lo suficiente en las características de “Un método peligroso”, nos damos cuenta de que justamente allí reside la posibilidad de que este película hubiera alcanzado el status de obra fundamental que, en mi opinión, no logra, porque no tomó el riesgo de ir más allá de la exposición si se quiere lineal –esto es, un tanto plana–  de las ideas de cada personaje.

No es casualidad que Cronenberg se haya interesado por hacer esta película, luego de sus trabajos previos, que andan cerca de los aspectos inconscientes de la vida humana.  Sin embargo, a diferencia de directores como Ken Russell, Cronenberg es un creador más cerebral; es decir, más reservado y cuidadoso, y menos  propenso, por lo tanto, a dejarse ir en un frenesí de imágenes y emociones.  Creo que ese auto-freno, que resultó en ventajas importantes en películas previas, podría haber actuado en contra de “Un método peligroso” en este caso, al restarle riesgos que podrían haber generado más profundidad en el estudio de los personajes y sus relaciones.

“Un método peligroso” es una película bastante buena que merece verse.  Independientemente de las limitaciones apuntadas, creo justo decir que el filme constituyes un esfuerzo valioso e interesante por presentar un mundo que en ese momento se transformaba por conducto de personalidades sin las cuales nos costaría mucho explicar lo que actualmente tenemos como temas consolidados.  La película, en efecto, expone ideas y lo hace con toda dignidad, aunque no hubiera llegado –como quizá pudo– al fondo del asunto. 

Un crítico dijo una vez que en toda trama debe haber fundamentalmente ideas y que una trama es buena cuando reconoce el poder erótico de las ideas, que se presentan en forma insinuante –y a veces brutal– para seducir o conquistar a quienes son objeto de su atención.  En estos casos, cualquiera que sea el intercambio, las ideas despiertan pasión y redundan en frutos especiales, nuevos planteamientos que eventualmente repetirán esa vorágine.  Esa dialéctica es justamente lo erotizante de la manifestación de ideas, por el proceso creador que desencadena de seducción y reproducción irrefrenables.

Cuando las ideas se presentan de manera estimulante, ante un público ávido de escucharlas e interpretarlas, la trama será especialmente significativa por su capacidad para abarcar ámbitos más amplios de entendimiento y también de sentimiento.  Me parece que “Un método peligroso” cumple ese cometido, si bien podría haber sido cataclísmica de haber contado con esa última chispa de apasionamiento que, en lo personal, echo de menos en la película.

En cuanto a las interpretaciones, éstas son de excelente calidad.  Fassbender es un gran actor, como lo probó recientemente en “Shame”.  Su papel en “Un método peligroso” es convincente.  Representa a Carl Jung como un típico protestante, impecablemente vestido, de pelo y bigote bien cuidados, discreto y controlado en sus actos y apariencias.  Cuando sus demonios salen a floración, vemos sus dudas y angustia claramente reflejadas en su casi imperturbable presencia.  Sólo lo vemos perder la compostura en presencia de Sabina, ante quien pareciera no tener defensas.  Los momentos de mayor expresividad entre ellos son bastante fuertes, e incluso perversos, con un Jung transformado (ya lo comparamos con Mr. Hyde) y una Sabina que exuda energía animal a raudales; es decir, una energía primaria, muy femenina y por ello completamente misteriosa para el sensible Jung.

Viggo Mortensen tiene la difícil tarea de encarnar a Freud, todo un ícono cultural del siglo XX.  Lo hace con dejos de humor, calidez y, por supuesto, vanidad, lo que restablece la humanidad de este gigante para que, como espectadores, nos relacionemos con él y comprendamos el valor de sus aportes y también sus limitaciones.

Keira Knightley tiene el papel más llamativo del filme.  Como paciente que acaba siendo analista, a ratos sobreactúa pero ello no afecta la película, pues esto hace que su personaje, víctima de la histeria, sea más creíble y retorcido, si se quiere como contraste con la tranquilidad casi inocente del personaje de Jung.  Esa expresividad también hace más creíble que sea el personaje de Sabina quien tome la iniciativa en romper la pasiva circunspección de Jung, para que éste se desborde en todos los aspectos éticos de su vida matrimonial y profesional.

En fin, una película interesante que les recomiendo ver.  Sus limitaciones no hacen sino subrayar los atractivos de la trama y el tema en general de la película.  Véanla, si no lo han hecho,  por las ideas que aporta y por lo que esas ideas son capaces de generar en ustedes

Saludos,

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