EL CAMINO DE LA VIDA

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EL CAMINO DE LA VIDA. - Every day you may make progress. Every step may be fruitful. Yet there will stretch out before you an ever-lengthening, ever-ascending, ever-improving path. You know you will never get to the end of the journey. But this, so far from discouraging, only adds to the joy and glory of the climb. - Sir Winston Churchill.

jueves, 25 de marzo de 2010

Almuerzo cultural: El Réquiem de Mozart.

Estimados amigos,

De vuelta en el espíritu de la cuaresma, que nos pide reflexionar sobre la fragilidad de la existencia humana, nos parece oportuno presentar una obra que es clásica en muchos sentidos.  Clásica por la época estilística en la cual surgió; clásica también por los valores imperecederos que representa, válidos en Occidente y en la mayor parte del mundo; clásica, finalmente, por los estándares fijados por esta obra, al convertirse en paradigma musical de género "réquiem"; es decir, aquella misa que se escribe e interpreta en la liturgia católica para conmemorar la muerte de una persona.

El Réquiem de Mozart es famoso, además, por las circunstancias que dieron pie a su composición.  La famosa película "Amadeus", de Milos Forman (1984), basada en la pieza teatral de Peter Schaffer, gira en torno a la composición del Réquiem en los meses anteriores a la muerte del famoso músico.

La historia del Réquiem (y quizá sea apropiado también hablar aquí de leyenda) es bien conocida: un misterioso extraño, vestido de gris (de hecho, el sirviente de conde von Walsegg, lo cual Mozart desconocía en ese momento) ofrece un generoso pago al compositor para la composición de una misa de réquiem que debe ser escrita en secreto.  El desconocido le entrega al músico un adelanto del precio ofrecido y desaparece, advirtiéndole que volverá en un mes por la obra. Lo que sucede es que el conde -compositor aficionado y mediocre- desea presentar la obra, como si fuera propia, en una misa en memoria de su esposa, que acaba de fallecer.  Por eso manda a un sirviente a hacer el encargo alcompositor, para garantizar su anonimato.  Para ese entonces, vale la pena agregar que Mozart se encuentra ya en una etapa avanzada de la enfermedad que habrá de matarlo.

Mozart, que era supersticioso y le temía al tema de la muerte (quizá presintiendo la propia), aceptó el encargo del desconocido por varias razones importantes: (i) porque estaba debilitado por su propia enfermedad, que lo consumía aceleradamente, lo que le impedía gestionar comisiones para trabajos remunerativos; (ii) porque -dada su situación- necesitaba el dinero; (iii) porque estaba obsesionado con la reciente muerte de su propio padre, Leopold Mozart, de quien se había alejado por el tiránico rol que éste había desempeñado durante la mayor parte de la vida del compositor (de ahí que, para Mozart, componer una misa de réquiem en ese momento parecia ser un apropiado deber filial respecto a su padre); (iv) porque lo sobrenatural le fascinaba, al mismo tiempo que le causaba temor, especialmente tras su vinculación a la masonería; y, (v) porque todo el asunto lo tomó por sorpresa y tuvo pocas posibilidades para reaccionar de otra manera.

Para complicar la historia, Mozart recibió por esos días una solicitud desde Praga para escribir la ópera "La clemencia de Tito", con el objeto de celebrar la coronación de Leopoldo II como emperador austro-húngaro. Ese viaje hacía naturalmente imposible cumplir con el encargo del Réquiem, pero Mozart, siempre urgido de dinero, aceptó ir a Praga no obstante su compromiso con el desconocido, para ganarse ese ingreso adicional.  A punto de iniciar su viaje, justo antes de subir a su carruaje, dio la casualidad que el desconocido se presentó de nuevo en su casa, preguntando por el trabajo comisionado, lo cual sobrecogió al compositor, no sólo por su evidente incumplimiento, sino por las circunstancias particulares de su propia salud, que era cada vez más precaria.

El compositor vio en todas estas circunstancias un signo del destino y, aunque persistió en su idea de viajar a Praga, comenzó ávidamente a componer la obra.  Algo le decía que, más que una comisión, se trataba de un aviso que le enviaba la Providencia sobre el final de su vida.  Eventualmente, ese resultó ser el caso. Mozart no llegó a completar la orquestación de la obra, mucho menos a terminarla.  Se cree que dejó escrito lo básico de la obra: tres secciones con el coro y órgano completo: el Introitus, el Kyrie y el Dies Irae, y algunas indicaciones instrumentales y corales para el Domine Jesu y el Agnus Dei.  Del resto sólo dejó las partes instrumentales, el coro, voces solistas y el cifrado del bajo y órgano incompletos, además de algunas anotaciones con ideas respecto a cómo concibía el resultado final de su trabajo.  A la muerte de Mozart, su discípulo Franz Xavier Süssmayr fue comisionado para terminar la misa a partir de los fragmentos inconclusos del compositor.

Süssmayr siguió las directrices de Mozart, completó las partes faltantes de la instrumentación, agregó música donde hacía falta y compuso un Sanctus.  Para el Communio, que también faltaba, Süssmayr reutilizó los temas del Introitus y el Kyrie para darle cierta coherencia estilística a la obra.

Mozart murió y, por diversas razones, no recibió un funeral apropiado.  Paradójicamente, su genio inigualable no impidió que terminara descansando en un fosa sin nombre.  En cambio -y esto es irónico-, el Réquiem fue interpretado el 14 de diciembre de 1793, en una misa en memoria de la condesa von Walsegg, bajo la dirección del propio conde (aunque la autoría del trabajo no pudo ya ser ocultada).

Muchas otras misas de réquiem han sido compuestas a través de los años, antes y después de Mozart. Ockenghem, Lasso, Palestrina, Victoria, M. Haydn, Salieri, Cherubini, Berlioz, Schumann, Verdi, Bruckner, Brahms, Fauré, Gounod, Dvořák y Britten, entre otros, trabajaron sobre la idea de una misa de muertos, cada uno con su estilo y lenguaje muy particulares; sin embargo, el modelo de Mozart es la vara que ha servido para medir a los demás.  Por eso es un clásico.

Sobre el Réquiem de Mozart es interesante saber que los funerales de Beethoven, Chopin y Napoleón tuvieron al Réquiem como música principal.  Un dato adicional: la presentación de este jueves es especial porque se organizó hace algunos años para conmemorar el bicentenario de la muerte del propio compositor.  La formidable Orquesta Filarmónica de Viena fue dirigida en esa ocasión por sir Georg Solti, director de origen húngaro pero de ciudadanía británica, quien fuera, además, uno de los directores más influyentes de su época (murió en 1997), en las mismas ligas artísticas de Karajan y Bernstein.  El cuarteto de solistas es del más alto nivel y el ambiente inmejorable.

Los esperamos.

Saludos,

Carlos.

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