EL CAMINO DE LA VIDA

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EL CAMINO DE LA VIDA. - Every day you may make progress. Every step may be fruitful. Yet there will stretch out before you an ever-lengthening, ever-ascending, ever-improving path. You know you will never get to the end of the journey. But this, so far from discouraging, only adds to the joy and glory of the climb. - Sir Winston Churchill.

jueves, 11 de febrero de 2010

Almuerzo cultural: La "Música del Agua" de Georg Friedrich Händel.

Estimados amigos,

Georg Friedrich Händel (1685-1759) fue uno de los grandes músicos de la era barroca. Nacido en Alemania, fue, sin embargo –y a diferencia de su compatriota Johann Sebastian Bach–, un hombre cosmopolita que viajó mucho por Europa. Dentro de lo que se le permitía a un músico de esa época, Händel se relacionó con gran cantidad de soberanos y gente notable de su tiempo.

Hoy queremos presentarles una de las obras más famosas de este compositor: su famosa Música del agua.

Händel compuso la Música del agua en 1715, aunque algunos movimientos ya existían como parte de otras piezas. La obra fue estrenada en Londres, el 22 de agosto de 1715 y reestrenada, con algunas adiciones, el 17 de julio de 1717.

Cuenta la historia que la obra fue el medio por el cual este artista se reconcilió con su rey y patrón, Jorge I de Inglaterra.

Como algunos sabrán, Händel era músico de la corte de Hanover, en Alemania. El Gran Elector Georg de Hanover lo tenía a su servicio, aunque no era un hombre que se conmovía demasiado por la música. Händel, aburrido de lo pueblerino de su corte, pidió permiso a principios del siglo XVIII para viajar a Londres en respuesta a una invitación que había recibido de un aristócrata influyente y amante de la música que lo había conocido durante una visita suya a la corte de Georg. En ese tiempo, Londres era una gran metrópoli, de un estado bien establecido, mientras que Alemania era una fragmentación de pequeños estados, aliados y separados entre sí por intrigas políticas y religiosas. En razón del protestantismo común y algunos vínculos familiares entre sus casas reinantes, las cortes de Hanover y Londres eran amigas.

A regañadientes, pues era muy celoso de lo suyo, el Gran Elector dio permiso a Händel de viajar a Londres. Una vez llegado allí, al compositor se le abrió un amplio mundo cultural y social, así como comodidades materiales de las que no gozaba en Hanover. Por lo tanto, pese a sus compromisos con Georg, decidió no volver.

La reina de Inglaterra de entonces era Ana, de la familia Estuardo. Ella había heredado el trono cuando su hermana Ana –casada con William de Orange– murió sin dejar herederos. Lo mismo que Ana, María no tenía herederos (ni siquiera era casada), por lo que co ella se acababa esa dinastía. Se trataba de una enamorada de la música (y de la comida) que acogió a Händel con gran beneplácito. Sin embargo, era gorda y no gozaba de buena salud, y al poco tiempo murió. Ante la disyuntiva de no tener un heredero directo, la corte inglesa se dedicó a buscar alguien a quien coronar por toda Europa y –ya se lo imaginarán– el mejor candidato resultó ser Georg de Hanover, el Gran Elector. Éste por supuesto aceptó la corona cuando le fue ofrecida y se dirigió a Londres sin demora, después de abdicar en Hanover.

Es claro que, al enterarse, Händel entró en un período de suma angustia que no podía disimular, máxime que, cuando llegó, el nuevo rey optó por ignorarlo por completo, en el mejor de los casos. Para un músico profesional, estar en desgracia frente al rey de un poderoso país era tan triste como una sentencia de muerte.

En algún momento, al enterarse Händel de que el rey habría de salir con su corte a dar un paseo en barcaza por el río Támesis, tuvo una idea que hoy debemos agradecer. Se puso febrilmente a componer algunas piezas de danza que tenía en su cabeza, a las que agregó otras que ya existían, y les dio forma de “suite”, que es justamente un conjunto de danzas de distinto origen nacional, enlazadas para amenizar alguna ocasión festiva.

El músico pagó por su propia cuenta una barcaza adicional, llena de músicos, para acompañar musicalmente el paseo del rey. El miércoles 17 de julio de 1717, por la tarde, el rey Jorge I y un gran número de miembros de la nobleza británica se embarcaron en grandes barcas abiertas por el río Támesis desde Whitehall hasta Chelsea, donde cenaron. La música que escucharon durante esta expedición fue la Música del agua.

La obra se compone en realidad de tres suites instrumentales, dos de ellas a base de metales y una a base de maderas. Los episodios a base de metal estaban destinados a rellenar el viaje fluvial de ida y de vuelta, mientras que el episodio central a cargo de las maderas serviría de fondo musical para la cena de la corte en Chelsea.

Las piezas gustaron tanto al rey (y por ende –aunque merecidamente– a sus acompañantes), que –según el Daily Courant del 19 de julio de 1717– el rey obligó a los músicos a interpretarlas tres veces entre la ida y la vuelta. Sobra decir que Jorge I perdonó a Händel y lo readmitió en la corte como compositor a tiempo completo. Hoy, tres siglos después, todos recordamos a Händel y su música y, gracias a ella, a Jorge I también.

El nombre Música del agua deriva, pues, del escenario en el que estas piezas fueron tocadas por vez primera. No tiene, por lo tanto, nada que ver con un intento de descripción de los fenómenos acuáticos, como harían siglos más tarde los músicos del período romántico (por ejemplo, en el poema sinfónico El Moldava, que presentaremos en otra ocasión), o del período impresionista (como Debussy, a quien también podremos apreciar).

Ojalá puedan acompañarnos el día de hoy. La presentación rememora la audacia de Händel, mediante un concierto a bordo de barcaza, con trajes e instrumentos de la época, en el Támesis. No creo que se trate de algo que podamos ver todos los días.

Saludos,

Carlos.

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