“Kind of Blue”, de Miles Davis.
Siendo
muy jovencillo descubrí que me gustaba el jazz.
No entendía bien qué clase de música era esa, pero encontraba al principio
intrigante y luego placentero el sumergirme en esos ritmos confusos, llenos de
melodías sugerentes, en los que se respiraba una gran libertad. Había una estación de radio, llamada “Top 12”
en la que pasaban música de jazz. Mi papá
tenía algunos discos y don Édgar Pacheco, el papá de Eduardo, mi querido amigo
y compañero de colegio, mencionaba la música de jazz de vez en cuando, si no es
que la escuchaba a cierto volumen en la sala de su casa. Comencé a conocer algunos de los nombres
importantes y me fui poco a poco aficionando, cada vez con algo más de
conocimiento, a ese género.
Fue
así como supe de Miles Davis (1926-1991), uno de los grandes del jazz, a la
altura de músicos famosos como Duke Ellington (1899-1974), Louis (“Satchmo”) Armstrong
(1901-1971), Charlie (“Bird”) Parker (1920-1955) o John Coltrane (1926-1977).
Se
cumplen 23 años de la muerte de Davis y 56 de la grabación de “Kind of Blue”,
uno de los hitos del jazz moderno, con ventas de
varios millones de copias.
Miles grabó el disco para el sello Columbia, acompañado
de John Coltrane en el saxofón, Paul Chambers (1935-1969) en el contrabajo, Julian
"Cannonball" Adderley (1928-1975) en el saxofón alto, Jimmy Cobb (1929-)
en la batería y Bill Evans (1929-1980) al piano.
El disco consta de las siguientes piezas: “So What”,
“Freddie Freeloader”, “Blue in Green”, “All in Blue” y “Flamenco Sketches”. Se dice que el disco fue grabado en un solo día de trabajo, que
cuatro de las cinco piezas fueron compuestas esa misma mañana por Miles Davis y
que todas, menos una, necesitaron apenas una ejecución antes de quedar grabadas.
El resultado es que “Kind of Blue” fue el resultado de
apenas dos mañanas de improvisación.
La obra es realmente importante, porque más
que un gran disco de jazz, “Kind
of blue” es “el disco de jazz”: la esencia de una música evasiva y perpetuamente
cambiante. Para muchos que recién se inician en el jazz, el
álbum sigue siendo una buena puerta de entrada.
Como dice un autor:
Davis
(…)
alumbró una obra largamente meditada,
rápidamente materializada, eternamente valorada, que se titulaba “Kind of Blue”. Un disco con el que para siempre se varió el
curso de los acontecimientos de la historia del jazz. Fue una obra que los especialistas consideran
trascendental porque representa la consolidación del lenguaje modal y la
apertura al libre albedrío de la improvisación, al libre albedrío de la
composición ya alejada de los compositores que, hasta unos pocos años antes,
habían considerado el jazz como un género de blancos y, en fin, el libre
albedrío para abrir unas puertas que necesitaban la entrada de aire fresco. Aire que auguraban los enormes cambios que
estaba viviendo el país. Todo esto,
desde la perspectiva que ofrece el tiempo, convierte este álbum en una obra de
arte y un referente que ocupa el candelero de los mejores discos de la historia
de jazz.
Parte
de la fama creciente y transgeneracional del álbum deriva indiscutiblemente de
la mística del propio Davis: suelto, constantemente inspirado y prolífico, es
el Picasso del jazz. (…)
Su
fascinación por la obra del compositor francés Maurice Ravel y el compositor
ruso-armenio Aram Khachaturian lo habían hecho apreciar al Evans de dedos
livianos y formación clásica sin el cual los matices etéreos de “Kind of Blue”
sencillamente no habrían existido. El
trabajo de estos compositores también llevó a Davis a explorar modos y escalas
diferentes de los establecidos desde siempre en la música occidental (de ahí la
expresión “jazz modal”).
(…)
Como
otras obras maestras modernas –una pintura de Stuart Davis, una película de
François Truffaut, un Bugatti de 1939– “Kind of Blue” desafía la categorización
fácil, la explicación que buscan la claridad de lo obvio. Representa una
estética más amplia, intemporal, para la cual la música es una búsqueda
constante, que debería ser siempre cambiante y así debe ser el músico; que la
expresión del genio está en el momento; que, con el gran jazz, una sesión es
todo lo que un maestro necesita.
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