Arte contemporáneo y consumismo.
Recientemente
se habla del arte contemporáneo es un fraude o una ficción que nos hemos
inventado para dar categoría de arte a un fenómeno meramente comercial y
especulativo. La crítica mexicana
Avelina Lésper ha denunciado la avidez y falta de escrúpulos con que se maneja
el mercado del arte, para dar lugar a una burbuja económica de
sobrevaloraciones, por obras que carece de valores estéticos. Al respecto véase:
Lésper no está sola en sus comentarios. Pueden ver también:
Algunos comentarios personales (aunque obvios),
a ese respecto:
(i)
Tengo claro
que los artistas están allí, presentes y activos, si bien no están necesariamente concentrados en
hacer arte o en trabajar bajo criterios estrictamente artísticos.
(ii)
Como
actividad vital, las obras se producen y las hay muy buenas, pero la gran
mayoría son complacientes y superficiales; es decir, malas.
(iii)
El sistema
está viciado por las herramientas de “effective marketing”, el oportunismo de la intermediación y las necesidades/ventajas
del consumo desinformado.
(iv)
La
masificación de ese consumo y la globalización económica hacen que el tema de
magnifique exponencialmente.
(v)
La ética
es, en el mejor de los casos "diferente" a la que hasta entonces
conocíamos: se trata de otras reglas, distintas a las de la producción tradicional
del arte, llevadas a escalas casi épicas por las ventajas de la producción masiva,
el enriquecimiento enorme de algunos sectores de la población (no
necesariamente sectores entendidos) y hasta los incentivos fiscales mal
entendidos de los que muchos se aprovechan para hacer negocio en detrimento de
las necesidades sociales de cada jurisdicción.
(vi)
En el
fondo, hay un principio que rige a los artistas de "acomódese o
muérase"; es decir, un "sálvese quien pueda", que deja todo
invariablemente en manos del más fuerte y el menos escrupuloso. El que más se ajusta a esas necesidades
sobresale más, recibo “mejor prensa” y tiene la oportunidad de cotizarse más.
Así las
cosas, es perfectamente posible que estemos ante un fraude: nos dan gato por
liebre. Uno gato plástico y anodino, que
se produce en cantidades industriales. La
liebre vive en rincones difíciles de ubicar, casi extinta por la presión del
mercado inclemente que todo lo rige y manipula, como un “big brother”, muy
lejos de la llamada "mano invisible" de Adam Smith.
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