Estimados amigos,
Murió José de Sousa Saramago, portugués de nacimiento y habitante por años de Lanzarote, España (una isla volcánica, especialmente reseca, que forma parte del archipiélago canario). Escritor importante de talla mundial, la obra de Saramago fue reconocida con el Premio Nobel de Literatura, en 1998. Pensador incómodo y controversial, de fina inteligencia y fuertes posiciones, el escritor fue alabado y denigrado a la vez por grupos importantes de diverso origen. Pienso que todos hemos perdido con su muerte, ya siempre hace falta un libro más de aquellos que, siendo buenos, se van definitivamente.
Este jueves, durante el almuerzo cultural, recordaremos a Saramago. Como introducción a ese encuentro, me topé con el siguente texto de despedida de un autor no identificado. Creo que vale la pena transcribirlo para ustedes.
Existen cierto tipo de gustos adquiridos que vienen -a mi parecer- inscritos en nuestro código genético. Una de las cosas que más se han arraigado en mí, como una herencia familiar, ha sido la lectura. Desde pequeño, siempre fue un gusto para mí abrir las páginas de un maravilloso libro y sumergirme en la prosa magnífica que encontraba en la biblioteca de mi casa; siempre intenté cultivar el amor por la lectura y esto se mantuvo desde mi niñez. Recuerdo que las clases de literatura en mi colegio eran las que más me gustaban, a pesar de que la profesora era una puta de cabaret. Ella fue la que captó mi aprecio por un buen libro y entre su tertulia y monólogos me recomendó una lectura. No recuerdo hace cuánto fue, pero fue ella quien comentó sobre lo que sería el mejor libro que hubiera pasado por mis manos hasta ese momento: "Ensayo sobre la ceguera".
Sin nada que perder, acudí a una librería y compré el libro. En la portada me saludaba Peter Brueghel y su “Parábola de los ciegos”. Enseguida abrí sus páginas y me encontré con la redacción más extraña que haya visto en mi vida. A pesar de eso, me sentí enamorado del libro desde el inicio, era una oda a la literatura, mostraba magistralmente el colapso de la sociedad ante una patología viral que producía ceguera. La metáfora que planteaba hacía del texto un completo deleite. Desde cualquier punto de vista un orgasmo para cualquier lector que buscara algo más allá de algún tipo de literatura insulsa.
Al terminar el libro, el cual me mantuvo al filo de la silla el tiempo que tardé en leerlo, me interesó sobre manera el autor, un portugués, único ganador del premio Nobel de literatura en su país. Inmediatamente empecé a revisar su bibliografía, un verdadero edén de obras, las cuales poco a poco traté de devorar, y de la que, siendo justos con ustedes, me falta más de la mitad.
Poco tiempo después llegó a mis manos otra de sus obras maestras, "El evangelio según Jesucristo". Una novela con una visión más agnóstica de este personaje emblemático, una mirada más humana y racional, sumándole a esto una narrativa interesante y llena de vida. Tristemente, (...) esta obra fue tachada de blasfema, incluso siendo vetada de recibir un premio al que esta obra se hizo acreedora.
A partir de este punto me convertí en un ávido seguidor del autor. Ha pasado el tiempo y he atrapado muchas de sus obras en mis manos, y con cada página que pasaba frente a mis ojos, me sentía más cómodo; sus páginas me mostraban realidades que nunca logré captar en ninguna obra literaria, verdaderamente piezas que se hacían merecedoras de ser catalogadas en las bellas artes. Seis años después de haber tenido la obra ganadora del Nobel en mis manos, puedo decir sin temor que Saramago es mi escritor preferido, cada vez que abría un libro con su nombre en la portada, podía sentir un mundo totalmente nuevo, un mundo libre y distinto. Es admisible que autores como García Marquez o Vargas Llosa, u otros grandes de la palabra a nivel mundial, hayan capturado mi interés y que sus obras hayan dejado un legado más marcado en la historia de la literatura; aun así, me identificaba más con las obras de este gigante.
Hoy, al encender mi laptop, se cruzó ante mí la noticia de la muerte de este autor. En seguida acudí a varias fuentes para confirmar el suceso. Tristemente, era verdad; su vida se extinguió a sus 87 años, hecho terriblemente lamentable y penoso. La noticia en lo personal, cayó como un balde de agua fría (...) Ayer en la noche leía el inicio de su último libro, “Caín”, y hoy, su autor está muerto. Son ese tipo de cosas que te hacen abrir los ojos ante la fragilidad de la vida.
José Saramago es del tipo de escritores qué se pasean entre los vivos una sola vez cada ciclo celestial. Su estilo, demasiado único para describir y demasiado especial para imitar, marcó de manera impresionante a muchas personas. Su obra literaria, dejó su huella en la historia, y creo firmemente que dejó su huella en el corazón de la gente. Un personaje emblemático, que será recordado por su marca en Portugal y el mundo.
Termino este pequeño homenaje, citando al mismo Saramago con un extracto que me parece apropiado en el momento: “Siempre acabamos llegando a donde nos esperan.”
Adiós y gracias, Saramago.
Están invitados.
Saludos,
Carlos.
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