Estimados amigos,
Vivimos días de futbol (así, sin tilde, como lo hablamos nosotros). Viene el Mundial y sólo de eso se habla. Estamos pendientes incluso de los partidos de Costa Rica como sparring de aquellas otras selecciones que sí van a participar en Sudáfrica.
El viernes 11 empieza la Copa y, a partir de entonces (si no antes en lo que a muchos respecta) estaremos pegados a los televisores hasta que se defina un campeón y, durante el trayecto que lleva a la gran final, especularemos –con autoridad y sin ella– sobre las posibilidades de cada cual para coronarse vencedor.
Y, no obstante el alboroto, parece haber justicia en ello; el Mundial es el mayor espectáculo deportivo del mundo, más que las Olimpíadas, con las que comparte su periodicidad. Además, es un negocio alrededor del cual se mueve mucho dinero, por lo que la cantidad de intereses involucrados es de la mayor variedad y relevancia.
Como deporte, como entretenimiento y como negocio, el futbol es una de las manifestaciones culturales más importantes que conocemos. Una manifestacióm de tipo popular –es cierto–, pero cien por ciento cultural. Tiene méritos para que se le mire con respeto y para que se le tome en cuenta como factor destacado de nuestras vidas. No es en balde que Albert Camus (____-____), escritor y filósofo, Premio Nobel de Literatura de 1957, afirmaba que, tras muchos años expuesto a lo que el mundo le había ofrecido, estaba seguro de que lo que realmente sabía sobre la moral y la naturaleza humana se lo debía al futbol.
En una gran cantidad de países, el futbol es parte de la cultura nacional y, por ello, muchos aspectos de la vida en esos lugares giran en torno a él. Se publican diarios y revistas de futbol, hay programas de radio exclusivos, canales de televisión, etc. El futbol genera ídolos y, en algunos lugares, dioses. Los mitos y héroes del futbol son muy conocidos, como lo son sus villanos, que son el reverso de esa misma moneda. A lo largo de los años vemos cómo los futbolistas se convierten en verdaderos referentes de nuestra existencia, pues de niños los vemos como hombres formados, que luego recordarmos con nostalgia conforme desaparecen; años después, ya de jóvenes, nos identificamos con ellos, con quienes compartimos edad, éxitos y fracasos; al final, ya más viejos, los seguimos admirando desde esa nueva perspectiva que da la madurez adquirida, con las ventajas y los prejuicios que traen la experiencia, los conocimientos y las opiniones que hemos cultivado a lo largo de los años.
Se ha comprobado en forma irrefutable (como si, la verdad sea dicha, necesitáramos prueba científica de ello) que el futbol cambia los estados de ánimo e influye en los grupos sociales. Una victoria trae felicidad, optimismo y productividad, mientras que la derrota puede provocar tristeza y hasta aumentar los niveles de mortalidad y violencia en una población. Los finales de temporada traen aparejados verdaderos síndromes de frustración en amplios sectores, como resultado de la abstinencia de futbol.
Como aficionados, nos dejamos arrastrar por la pasión como quien se contagia de un virus incurable. Formamos comunidades con nuestros correligionarios (la dimensión es, en efecto, espiritual) y vemos a los seguidores de equipos rivales, en muchos casos, como seres perdidos, equivocados, incomprensibles; verdaderos "hermanos separados". Decía en algún momento el también Premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez (____-), en apoyo de este sentimiento:
"No creo haber perdido nada con este irrevocable ingreso que hoy hago públicamente a la santa hermandad de los hinchas. Lo único que deseo, ahora, es convertir a alguien".
A la vez que fracciona a una población por equipos, el futbol tiene la particularidad de que unifica países completos en sus selecciones nacionales. Pero, sea a nivel local o nacional, es igualitario y, por ello, bastante democrático. Pobres y ricos, blancos y negros, mujeres y hombres, viejos y jóvenes, educados o no, los hinchas o aficionados se integran alrededor de sus respectivos equipos con verdadera pasión, como si no hubiera nada más allá del futbol. Se trata de un poder enorme de convocatoria que merece reconocimiento.
Además, el futbol es una actividad colectiva de una enorme complejidad, lo que contribuye sin duda a incrementar el interés que despierta. En efecto, un equipo formado por once jugadores debe resolver problemas tácticos importantes que plantean los técnicos antes y durante el partido; debe también aprovechar las habilidades técnicas de sus integrantes mientras neutraliza o supera las de los rivales; además, debe realizar esfuerzos significativos, de orden físico, durante un período de hora y media (a veces incluso más), y, de orden emocional, durante períodos más largos de tiempo todavía: antes, durante y después del partido. El equipo debe, finalmente, enfrentar climas y condiciones físicas variables, y hasta jugar con la suerte, que frecuentemente decide contiendas. En suma, esos jugadores determinan –como individuos y como conjunto– resultados que los afectan a ellos, a sus seguidores, a sus dirigentes y, naturalmente, a sus rivales.
En el futbol, el rendimiento de un equipo no es simplemente la suma de las capacidades individuales de cada jugador. Ese rendimiento proviene de la coordinación eficaz de los jugadores ante las diversas situaciones que plantea el juego. Así, no se trata de sumar las aptitudes de cada uno, sino de coordinarlas. En definitiva, importa la prestación colectiva, aunque muchas acciones se resuelvan por genialidades de orden individual, las cuales se apoyan, necesariamente, en el trabajo colectivo.
En el futbol es crucial que exista coherencia entre los miembros del grupo, pues de ello depende el éxito de su trabajo. En eso, cada equipo representa las mismas complejidades de una nación o comunidad. Lo mismo que los países, la integridad colectiva del equipo es lo que explica la diferencia entre ganadores y perdedores. Quizá esto explica la fascinación que este deporte despierta entre nosotros.
Sobre esto vale la pena repetir lo dicho por el escritor argentino Osvaldo Soriano (____-), pues el modelo del futbol es fiel reflejo de la vida humana en general:
“(…) me hubiese gustado que mi hijo hiciera no solo fútbol, sino algún deporte de conjunto-, que es que el juego de conjunto te enseña mucho. Ahí vos conoces al tipo que es generoso, al que es egoísta. Es como dice el Flaco Menotti: son pequeñas sociedades. Desde ese aspecto, es una buena enseñanza y hay influencia de todo eso en la personalidad de uno. Por ahí aprendes que se gana y se pierde, sabes que en otros órdenes de la vida te puede ir bien o mal al igual que en un partido de fútbol.”
Finalmente, el futbol puede ser arte, y en ello pocos deportes pueden semejársele. Decía Johan Huizinga (____-____), el famoso historiador y filósofo holandés, que cuando el juego origina belleza, queda implícito su valor para la cultura. Eso pasa precisamente con el futbol. Por eso debe disfrutársele como espectáculo y como forma cultural. Es en ese mismo sentido que decía el cronista y general griego Jenofonte (____-____),
“¡Qué desgracia para un hombre envejecer sin haber visto nunca la belleza y la fuerza de la que es capaz el cuerpo!”
El futbol, en efecto, puede producir belleza en gran escala, para gozo estético de sus aficionados.
Mucha gente famosa, relacionada con la alta cultura, ha expresado su amor por el futbol. El gran director de cine italiano, Pier Paolo Pasolini (____-____), dijo una vez:
“El fútbol es un sistema de signos, por lo tanto es un lenguaje. Hay momentos que son puramente poéticos: se trata de los momentos de gol. Cada gol es siempre una invención, es siempre una subversión del código: es una inteluctabilidad, fulguración, estupor, irreversibilidad. Igual que la palabra poética. El goleador de un campeonato es siempre el mejor poeta del año. El fútbol que produce más goles es el más poético. Incluso el dribbling es de por sí poético (aunque no siempre como la acción del gol). En los hechos, el sueño de cada jugador (compartido por cada espectador) es partir de la mitad del campo, driblar a todos y marcar el gol. Si, dentro de los límites consentidos, se puede imaginar en el fútbol una cosa sublime, es ésa. Pero no sucede nunca. Es un sueño".
Habrá que decir, sin embargo, que Pasolini no tuvo la suerte de conocer a Maradona ni a Messi, quienes demostraron en su momento –como otros más, para fortuna nuestra– la belleza y el arte del futbol. Quienes, por un medio u otro, hemos podido ver en acción a Pelé, a Johann Cruyff, al Zurdo Jiménez o a Yuba Paniagua, hemos podido tocar un poquito el cielo con las manos gracias al arte derrochado por estas figuras.
El futbol no nos da de comer como aficionados ni mantiene nuestras casas, aunque alimenta nuestras ilusiones, genera conversaciones y hasta polémicas, crea vínculos y desencuentros, y fundamentalmente nos entretiene y permite conocernos. Al respecto –y perdón por cansarlos con las citas– dijo el escritor Rodolfo Araceli (____-):
"El fútbol, como ninguna otra actividad y/o divertimento, muestra cómo somos y cómo no somos. El espejo no tiene la culpa de lo que refleja. La radiografía no tiene la culpa de los tumores".
Aprovechemos la oportunidad que da el Mundial para disfrutar de la fiesta del futbol. La sesión de hoy girará en torno a un video sobre la historia del futbol, desde sus orígenes a la actualidad, pasando por los diversos mundiales y competencias internacionales de los que quedan registros visuales. Se trata de una oportunidad apropiada para prepararse para el mes que, felizmente, nos espera. ¡Acompáñenos!
Saludos,
Carlos.
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