A propósito de un gran artista.
Nacido en Bolonia, el director cinematográfico, poeta y activista Pier Paolo Pasolini (1922-1975) pasó
la mayor parte de su niñez Friuli, de donde era originaria su madre. El dialecto local fue utilizado por él en sus
primeras, en las últimas y, en general, en sus mejores poesías.
Se hizo profesor en un capítulo local del Partido Comunista
italiano, pero debido a su homosexualidad, que nunca escondió, fue acusado de
inmoralidad evidente en 1949, despedido de su trabajo y expulsado del partido. Se
fue con su madre a Roma, en donde pasó mucho tiempo en las zonas marginales de
la ciudad, hasta que logró dominar el dialecto romano.
Su novela “Muchachos
de la vida” (“Ragazzi di Vita”) de 1955, basada en sus experiencias en las
calles romanas, lo convirtieron en el principal escritor neorrealista del
momento. Su segunda novela de ese
estilo, “Una vida violenta” (1959), consolidó
su renombre.
De esta época data su poemario “La religión de mi tiempo”, escrita a mediados de los años 50 y
publicada finalmente en 1961.
Poco tiempo después, sin embargo, se alejó del neorrealismo
y se dedicó por completo al desarrollo de sus actividades artísticas por otros
rumbos.
Sus poemas son expresión de
un estado de ánimo dominado por la decepción; decepción por una revolución
política, social e incluso cultural que nunca se llevó a cabo tras la Segunda
Guerra Mundial. Pasolini muestra su
desánimo ante el avance del Estado capitalista impuesto por los
vencedores-invasores. Revela el gran
hueco creado por el arrancamiento de la antigua cultura campesina exiliada en
los suburbios de las grandes ciudades industriales. Denuncia el proceso de masificación y el
naufragio del individuo, cuyas antiguas creencias son reemplazadas por los
manipulados medios de masas, especialmente la televisión.
En plena madurez creativa –a excepción de lo que él
llamó su vagabundeo nocturnal “felino”, en busca de sexo ocasional–, Pasolini se
dedicó con exclusividad a canalizar sus múltiples inquietudes sociales,
políticas y artísticas por distintos medios.
Así, ideó nuevas direcciones tanto para la literatura, como para el teatro
y la televisión. Escribió para el cine y,
eventualmente, se interesó por la dirección cinematográfica.
En poco tiempo, vertió todo su talento y energía en
sus películas más importantes, comenzando con "El Evangelio según el San Mateo” (1964), que hace un hermoso uso de la música de
Bach; "Halcones y gorriones” (1966), "Edipo rey” (1967), "Teorema" (1968), "Porcile” y "Medea”
(1970), y una trilogía, dedicada a la vida, compuesta por "El Decamerón” (1970), "Los cuentos
de Canterbury” (1971) y "Las mil y
una noches” (1974).
Pasolini
no solo fue el principal cineasta de su generación en Italia, sino también el
mayor poeta. Poseedor de diferentes
lenguajes estéticos, llamaba a sus películas “cine-poemas”.
Como dice un autor:
Pasolini fue
un intelectual incómodo e incalificable, un erudito lingüista, filólogo y
teórico de la literatura, además de un humanista que manejaba con soltura
varias lenguas y se movía cómodo en el mundo de la filosofía, el materialismo
histórico, el psicoanálisis, la antropología cultural y la historia del arte o
de las religiones, lo que le hace prácticamente incomparable con ningún otro
intelectual del siglo xx.
Mediante sus trabajos,
Pasolini exploró la cultura y el lenguaje de los habitantes de los barrios bajos, emigrantes del campo y ahora mendicantes,
prostituidos y sin empleo, que se situaban en la periferia de Roma, una “ciudad
eterna” que, sin embargo –en ese momento– representaba apenas una sombra
borrosa de la Roma gloriosa de los antiguos, fundada justamente por campesinos.
Según Pasolini, la pérdida del contacto ancestral con la
naturaleza, para venirse a la ciudad, era el equivalente a la pérdida del
paraíso para estas gentes.
El autor emprende un largo
paseo por el interior sonámbulo de la ciudad, por los suburbios del fango,
mientras en el barrio burgués reina la paz. La Roma de este descenso a los infiernos es la
de las prostitutas, los desheredados, los vicios inconfesables, los muchachos
con la erección de la muerte. Pasolini,
que sobre todo ama el joven que ya no es, ve cómo se dilapida el don efímero de
la juventud.
En sus propias palabras, uno de sus poemas dice:
“Toda aquella luz,
por la que vivimos, fue tan sólo un sueño
injustificado, no objetivo, fuente
ahora de solitarias, vergonzosas lágrimas”.
Amargado por las injusticias, siente
que su juventud lo abandona y que ninguna de las causas por las que ha luchado
está aún resuelta.
“Yo, tiempo tengo ya poco: por culpa de la muerte
que se me echa encima, en el ocaso de la juventud.
Pero también por culpa de ese mundo humano,
que quita el pan a los pobres, la paz a los poetas”.
Precisamente, poco antes de morir, Pasolini
publicó una edición revisada y aumentada de sus poemas en dialecto, bajo el título
de “La nueva juventud” (“La nuova gioventù”), de 1975.
La agudización de sus críticas al establishment, con amenazas de denuncias
e investigaciones sobre su corrupción, y el estreno de su película “Salò, o los 120 días de Sodoma”, en la
que ridiculiza por igual a la iglesia católica, el sistema de gobierno imperante
de los demócrata-cristianos y los privilegios de la burguesía capitalista,
exacerbaron el ánimo de sus ya muchos enemigos.
Poco tiempo después, Pasolini fue asesinado en la
playa en Ostia, cerca de Roma. Fue
arrollado varias veces con su propio vehículo el 2 de noviembre de 1975. Sospechosamente, el crimen nunca fue
esclarecido, por lo que se cree que hubo motivaciones políticas de por medio.
Recientemente se ha publicado una reedición de su volumen
de poesía “La religión de mi tiempo”, en una nueva traducción al castellano
que vale la pena considerar. El diario
ABC de España ha publicado una reseña al respecto:
http://www.abc.es/cultura/libros/20150302/abci-pasolini-comunista-amaba-dios-201502251002.html