Este jueves vamos a hacer una incursión en el mundo del ballet, un género que aún no visitamos, para conocer sobre uno de los fenómenos culturales más interesantes e innovadores del siglo XX: los llamados Ballets Rusos (Русский балет Дягилева, en ruso, o Ballets Russes, según su denominación en francés, que fue como más se les conoció en su tiempo)
Los Ballets Rusos fue una célebre compañía de ballet que el empresario ruso Sergéi Diághilev (1872-1929) creó con fines comerciales, para llevar el arte de la danza ruso –el mejor de entonces– a la Europa occidental, de manera organizada y periódica. El grupo o troupe fue formado en 1907, con los mejores integrantes del Ballet Imperial del Teatro Mariinsky de San Petersburgo, dirigidos por el gran coreógrafo de entonces, Marius Petipa (1818-1910).
Una vez creado, los Ballets Rusos recorrieron Europa de modo continuo, por espacio de veinte años, para representar obras nuevas del repertorio musical y algunas ya bien establecidas. Durante ese período, de fuerte proyección internacional, se dieron tres fenómenos interesantes: (i) se lanzó al estrellato a muchos de los grandes bailarines de todos los tiempos, así como a excelentes coreógrafos; (ii) se promovió el desarrollo de la música, gracias a las comisiones de trabajos que Diághilev dio a algunos de los mejores compositores de la época; y, (iii) se dio trabajo, como escenógrafos y diseñadores, a artistas plásticos de altísima calidad, que apenas se iniciaban en sus carreras.
Si bien comenzó como un apéndice de los Ballets Imperiales rusos, para 1911 la compañía de los Ballets Rusos se independizó y se convirtió en patrimonio personal de Diághilev. La Revolución rusa de 1912 cortó finalmente toda posibilidad de regreso a Rusia (para entonces la Unión Soviética), por lo que el grupo se convirtió en una compañía independiente y apátrida, residente primero en el Théâtre Mogador de París, y luego, mayoritariamente, en Montecarlo, París y Londres.
Elenco de bailarines y coreógrafos.
Según
lo dicho, la compañía contó con grandes bailarines y coreógrafos, que el ojo
aguzado de Diághilev supo escoger o promover a lo largo de los años y cuyos
nombres son ilustres referencias de la historia del ballet. La mayoría de ellos fue reclutada en Rusia,
pero algunos vinieron de otras localidades, por donde la compañía pasó en sus
giras.
- George Balanchine (1904-1983),
quien también fue coreógrafo.
- Enrico
Cecchetti
(1850-1928).
- Anton
Dolin
(1904-1983).
- Michel Fokine (1880-1942),
quien también fue coreógrafo.
- Stanislas
Idzikowski (1894-1977).
- Tamara
Karsavina
(1885-1978).
- Mathilde
Kschessinska
(1872-1971).
- Serge Lifar (1905-1986),
quien también fue coreógrafo.
- Lydia
Lopokova
(1892-1981).
- Alicia
Markova
(1910-2004).
- Léonide Massine (1896-1979),
quien también fue coreógrafo.
- Vázlav Nijinski (1889-1950),
quien también fue coreógrafo.
- Bronislava Nijinska (1891-1972),
quien también fue coreógrafa.
- Anna
Pávlova
(1881-1931).
- Ida
Rubinstein
(1885-1960).
- Olga
Spesívtseva
(1895-1991).
Historia y giras de los Ballets Rusos
Como
compañía itinerante, las giras o tournées de los Ballets Rusos eran esperados con ansias por cada ciudad europea,
donde Diághilev buscaba un rico o influyente que patrocinara cada presentación.
La primera temporada de los Ballets Russes tuvo lugar en París,
del 18 de mayo al 18 de junio de 1909, con presentaciones de Les Sylphides, de Frédéryk Chopin (1810-1849), y obras
rusas características, como las Danzas polovetsianas,
que son un extracto de la ópera El
príncipe Ígor, del compositor ruso Aleksandr Borodin (1833-1887), y números
varios recogidos en tres suites de danzas, que se conocieron en su momento como
Festín, Le pavillon d’Armide y Cléopâtre, todas provenientes de música de repertorio de Nikolai Rimski-Kórsakov (1844-1908), Mijail Glinka (1804-1857), Piotr Tchaikovski
(1840-1893), Aleksandr Glazunov (1865-1936), Modest Mússorgski (1839-1881) y Nikolái
Cherepnin (1873-1945).
A partir de entonces, cada año la compañía volvió a París, más o menos
por las mismas fechas, al principio al Théâtre
du Châtelet, pero más tarde a otros sedes en la ciudad.
En 1910, Les Ballets Russes se
presentó en Bruselas y París, con Carnaval,
música originalmente para piano de Robert Schumann (1810-1856), orquestada por
diversos compositores; Schéhérazade, de Nikolai Rimski-Korsakov;
Giselle, de Adolphe Adam (1803-1856);
L’oiseau de feu (El pájaro de fuego), de Ígor Stravinski
(1882-1971); y, Les orientales (Las orientales), una suite de danzas con
música de Aleksandr Glazunov, Christian Sinding
(1856-1941), Ánton Arenski (1861-1906), Edvard Grieg (1843-1907), Aleksandr Borodin.
En 1911 hubo presentaciones en
París, Londres, Montecarlo y Roma de Le
spectre de la rose (El espectro de la
rosa), con música de Carl Maria von Weber (1786-1826); Narcise (Narciso, según
el mito griego), de Nikolái Cherepnin; Sadko au royaume sous-marin (Sadko), de Nikolái Rimski-Korsakov; Petrushka, de Ígor Stravinski; y, El lago de los cisnes, de Piotr Tchaikovski.
Para 1914, como efecto de la Primera Guerra Mundial, las presentaciones de
los Ballets Rusos se restringieron a
Montecarlo, París y Londres. Ese año
presentaron las siguientes obras: Papillons
(Mariposas), música originalmente para piano de Robert Schumann, orquestada por
Cherepnin; La légende de Joseph (La leyenda de José), con música de Richard
Strauss (1864-1949); Le coq d’or (El gallo de oro), de Nikolái Rimski-Kórsakov; Le rossignol (El ruiseñor), con música de Ígor Stravinski; y, Midas, basada en el mito griego de este rey, con música de
Maximilien Steinberg (1883-1946).
En 1915, volvieron a cruzar el Atlántico para visitar los Estados
Unidos, con giras además por París y presentaciones en el Grand Théâtre de Ginebra y en algunas ciudades italianas. Su obra principal de ese año fue Soleil de nuit, con música de Nikolai Rimski-Korsakov.
En 1916, la troupe volvió a
París y luego a Estados Unidos, dado el éxito cosechado en Nueva York el año
anterior. Los programas incluyeron Las meninas, con música de Gabriel Fauré
(1845-1924); Kikimora (cuento de
hadas ruso), con partitura de Anatoli Liadov (1855-1914); y, Till
Eulenspiegel, con música de
Richard Strauss.
Las economías empobrecidas por la guerra recién finalizada hicieron que,
en 1918, sus tournées se limitaran a
Madrid y Barcelona, ciudades no afectadas por el conflicto. Allí presentaron obras que ya tienen en su
repertorio previo.
En 1919, con un mundo mejor restablecido, Les Ballets Russes volvieron triunfantes a París y Londres, ya más recuperadas
de la guerra. Las presentaciones incluyeron
La boutique fantasque (__), con
música de Gioacchino Rossini (1792-1868), en arreglos de Ottorino Respighi
(1879-1936) y diseños de André Derain (1880-1954); y, El sombrero de tres picos, con música del español Manuel de Falla
(1876-1946) y diseños nuevamente de Picasso.
En 1920, se presentaron en París y Roma.
Las obras fueron Le chant du
rossignol, con diseños de Henri Matisse (1869-1954); Pulcinella, con diseños de Picasso una vez más; y, nuevamente
(aunque esta vez con mejor recepción del público), Le sacre du printemps, todas de Ígor Stravinski. Igualmente presentaron, con música de
Domenico Cimarosa (1749-1801), L’astuce
fémenine (La astucia femenina).
En 1921 la troupe se presentó en
Ginebra, Lyon, París y nuevamente Roma.
Montaron allí Chout, música de
Sergéi Prokofiev (1891-1953); Cuadro
flamenco, basado en música tradicional flamenca orquestada por Manuel de
Falla; y, La bella durmiente del bosque,
con música de Piotr Tchaikovski.
El año 1922, la compañía lo pasó en Amberes, Bruselas, Ginebra, Ostende,
París y Viena. Las presentaciones
versaron sobre La boda de la bella
durmiente del bosque, en una adaptación de la música original de Tchaikovski;
y los ballets Renard y Mavra, con música de Ígor Stravinski.
Para 1924,
la compañía mostró un evidente esfuerzo por renovarse y mantener la vanguardia
en su arte. Las presentaciones fueron en
Ámsterdam, La Haya, Montecarlo, París y Rotterdam. Allí montaron una cantidad extraordinaria de
obras nuevas: Les tentations de la bergère ou l'amour vaincu (Las tentaciones
de la pastora o El amor vencido), con
música de Michel de Montéclair (1667-1737), orquestada por Henri Casadesus
(1879-1947), y diseños de Juan Gris (1887-1927); Le medecin malgre lui (El
médico a pesar de sí mismo), con música de Charles Gounod (1818-1893); Les biches (Las ciervas), con música de Francis Poulenc (1899-1963); Cimarosiana, nuevamente con música de
Domenico Cimarosa; Les fâcheux (Los desdichados), con música de Georges
Auric (1899-1963) y diseños de Georges Braque (1882-1963); Une nuit sur le mont chauve (Una
noche en el monte pelado), según el poema sinfónico de Modest Mússorgski; Mercure (Mercurio) de Erik Satie, con diseños de Picasso; y, finalmente, Le train bleu (El tren azul), según la opereta de Darius Milhaud (1892-1974), con
diseños de Picasso y Coco Chanel (1883-1973).
El año 1925 encontró a Les Ballets
Russes en Barcelona y París.
Presentaron una obra ya conocida: Le
chant du rossignol, de Ígor Stravinski; y, tres nuevos montajes: Zéphyr et Flore (Céfiro y Flora), con música de Vladimir Dukelski (1903-1969) y
diseños de Georges Braque; Les matelots
(Los marineros), de Georges Auric; y,
Barabau, con música de Vittorio Rieti
(1898-1974) y diseños de Maurice Utrillo (1883-1955).
En 1926, la compañía se presentó en Londres, Montecarlo, París y Viena. Allí montaron La pastorale (La pastoral),
de Georges Auric; y, Jack in the Box,
de Erik Satie, con diseños de André Derain.
En 1927, las presentaciones ocurren en Londres, Montecarlo y París. Los montajes son: La chatte (La gata), de
Henri Sauguet (1901-1989); nuevamente Mercure,
de Erik Satie; y, Pas d’acier (Paso de acero), música de Sergéi
Prokofiev.
En 1928 hubo presentaciones en Bruselas y París, donde montaron Ode (Oda),
con música de Nikolái Nabokov (1903-1978); Apollon
musagète (Apolo musageta), de Ígor
Stravinski, con diseños de Coco Chanel; y, The Gods go a-beggining (Les Dieux
mendiants), con música de Georg Friedrich Händel (1685-1759), según los
arreglos de sir Thomas Beecham (1879-1961), y diseños de Juan Gris.
Finalmente, en 1929, la compañía se presentó en Londres, París y Vichy,
con Le bal (El baile), de Vittorio Rieti, con diseños de Giorgio de Chirico (1888-1978);
de nuevo Renard, de Ígor Stravinski;
y, Le fils prodigue (El hijo pródigo), de Sergéi Prokofiev,
con diseños de Georges Rouault (1871-1958). La última representación de la
compañía se dio precisamente en Vichy, el 4 de agosto de 1929, pocos días antes
de la muerte de Diághilev.
El fin de la era Diághilev.
Sergéi Diáguilev murió en Venecia
el 19 de agosto de 1929, con lo que se cerró el ciclo de Les Ballets Russes. Tras su
muerte, la propiedad de la compañía fue reclamada por diversidad de acreedores
y, como resultado, cesaron las presentaciones y los bailarines y coreógrafos se
dispersaron y pasaron a engrosar diversas compañías de ballet en Europa y los
Estados Unidos.
La promoción
de otros artistas.
Tal como explicamos, gracias al genio de Diághilev, los espectáculos de Les Ballets Russes ayudaron a que
artistas de la plástica y especialmente de la música surgieran o se
consolidaran en el mundo cultural con sus obras. Esos compositores ya han sido citados en la
reseña hecha de las tournées de la
compañía, pero baste decir que destaca entre ellos una mayoría de músicos
contemporáneos que revolucionaron la música de su tiempo y que requirieron del
apoyo incondicional y en ocasiones valiente de Diághilev y su grupo para hacer
valer sus planteamientos artísticos, a contrapelo del repertorio establecido.
Igualmente, es de resaltar el gusto vanguardista de Diághilev, que favoreció
a artistas nuevos para que diseñaran la escenografía (incluyendo decorados y
vestuarios) de sus presentaciones. Es
mucho, por lo tanto, lo que debieron a Diághilev artistas que estaban en sus
inicios –y que ahora resultan famosos para nosotros– como Picasso, Matisse,
Braque, Derain, Utrillo, Rouault, Redon y Chirico, que en ese tiempo se las
veían con problemas para sobrevivir frente a un mercado receloso de su arte
nuevo e irreverente.
El
programa.
El programa de este jueves consiste de dos de los
ballets montados por esta compañía durante sus veinte años de actividad, ambos
con música de Ígor Stravinski.
·
Petrushka
Petrushka, es un ballet de un acto, dividido en cuatro
escenas. Fue diseñando con coreografía
de Michel Fokine, música de Ígor Stravinski, libreto del propio Stravinski en
colaboración con Aleksandr Benois (1870-1960), y decorados y vestuario también
de Benois.
La obra fue compuesta durante el invierno de 1910-11, especialmente para
Les Ballets Russes y se estrenó en el
Théâtre du Chatelet de París en 1911, bajo la dirección musical del
Pierre Monteux (1875-1964).
·
Enrico Cecchetti (el Mago, encargado
de la función).
Según la historia de este ballet, Petrushka es una marioneta tradicional rusa, de carácter bufo y burlón, que está hecha de paja y serrín. Equivale en Occidente al personaje de Polichinela, de la Commedia dell’ arte. En la obra, Petrushka cobra vida y desarrolla la capacidad de sentir. En esa condición se enamora de la Bailarina.
El argumento de la obra
se describe de la siguiente manera:
Escena I
En 1838, en un club de San Petersburgo, se celebra la feria de carnaval.
En la plaza hay un teatrino donde el
Mago presenta un espectáculo. Al abrirse
el telón se ven tres muñecos que, a la orden del Mago, comienzan a bailar. El
Moro y Petrushka están enamorados de la Bailarina, pero ella claramente
prefiere al Moro. Petrushka en un ataque
de celos agrede al Moro y el Mago detiene la presentación.
Escena III
Se desarrolla en la habitación
del Moro. Aunque el Moro también está
prisionero, se encuentra feliz con su situación. Entra la Bailarina y el Moro la halaga, ella
está complacida por el trato y se deja abrazar por él. En ese momento entra Petrushka que amenaza al
Moro, éste se defiende con su cimitarra y hace huir a Petrushka.
Escena IV
· El pájaro de fuego
L'oiseau de feu (El pájaro de fuego) es un ballet de 1910 de Ígor Stravinski
basado en historias folclóricas rusas sobre cierta ave mágica de brillo intenso,
como hecha de fuego, que trae tanto beneficios como perjuicios para su captor.
La música, en el estilo del maestro de Stravinski, Nikolái Rimski-Kórsakov,
fue estrenada por los Ballets Rusos en
lo que sería la primera de sus colaboraciones entre Stravinski y este grupo de
danza.
[En] la obra
se advierte una profunda influencia de su maestro en su concepción general,
pese a lo cual apunta ya algunos de los rasgos que definirán el estilo
posterior de Stravinski, como su agudo sentido del ritmo y el color
instrumental.
Su argumento del ballet es el
siguiente:
Ígor Stravinski.
El estilo de Stravinski, siempre genial, fue objeto
de cambios importantes a largo de su vida:
(…) de manera
similar a Picasso en el campo de las artes plásticas, el compositor se
caracterizó siempre por transitar de un estilo a otro con absoluta facilidad,
sin perder por ello su propia personalidad. El ruso, el neoclásico y el dodecafónico son,
a grandes rasgos, los tres períodos en los que puede dividirse la carrera
compositiva de este maestro, uno de los referentes incuestionables de la música
del siglo XX.
Su rápida
evolución culminó en la citada “Consagración
de la primavera” y en otra partitura destinada al ballet, “Las bodas”, instrumentada para la
original combinación de cuatro pianos y percusión, con participación vocal. En estas obras el músico llevó al límite la
herencia de la escuela nacionalista rusa hasta prácticamente agotarla.
Comenzaba así la etapa neoclásica, caracterizada por
la revisitación de los lenguajes del pasado, con homenajes a sus compositores
más admirados, como [Johan Sebastian] Bach [(1685-1750)] (“Concierto
en re”), [Piotr] Tchaikovski (“El beso del hada”), [Georg Friedrich] Händel (“Oedipus rex”), [Franz-Josef] Haydn
[(1732-1809)] (“Sinfonía en do”) o [Wolfgang
Amadeus] Mozart [(1756-1791)] (“La carrera del libertino”) y obras
tan importantes como el “Octeto para
instrumentos de viento”, la “Sinfonía
de los salmos” o el ballet “Apollon
Musagète”.
En ellas Stravinski
abandonó las armonías disonantes y la brillante orquestación de sus anteriores
composiciones para adoptar un estilo más severo y objetivo –el neoclasicismo,
de hecho, nació como una oposición al arrebatado subjetivismo del Romanticismo
y el expresionismo germánicos–, estilo, sin embargo, que no excluía cierto
sentido del humor en su aproximación al pasado.
Con la “Sinfonía en tres movimientos” y la
ópera “La carrera del libertino”
concluye esta etapa, tras la cual Stravinski volvió a sorprender al adoptar el
método dodecafónico sistematizado por su colega y rival Arnold Schönberg [(1874-1951)], aunque eso sí,
a la muerte de éste. De nuevo un ballet,
“Agon”, señaló la apertura de
este nuevo período, en el que sobresalen títulos como “Canticum sacrum”, “Threni”,
“Monumentum pro Gesualdo” y “Requiem Canticles”, ninguno de los
cuales ha obtenido el nivel de aceptación de las obras de las dos épocas
precedentes.
* * *
* *
Los ballets que presentaremos de Stravinski distan mucho de los ballets
clásicos de Piotr Tchaikovski y Adolphe Adam.
Son obras que responden a una estética distinta, más contemporánea y
expresiva, capaz de hacer uso de recursos que en otras circunstancias estarían
completamente fuera de orden. Lo mismo
pasa con la música, que transgrede fronteras formales que la tradición se había
encargado de establecer. Resulta
importante ver estas obras ara darse cuenta de la revolución que, a principios
del siglo XX, una compañía como Les
Ballets Russes fue capaz de llevar a cabo en un mundo para el cual los
modelos clásicos ya no decían suficiente.
Quedan invitados a acompañarnos.
Van a disfrutar el espectáculo.
Saludos,
Carlos.
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