Este jueves dedicaremos el espacio de nuestro almuerzo cultural a uno de mis compositores más queridos: el austríaco Franz Josef Haydn, quien nació en Rohrau en 1732 y murió en Viena en 1809.
Importancia e influencia.
Con Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) y Ludwig van Beethoven (1770-1827), Haydn forma la tríada vienesa del período clásico de la música. Su obra en particular fue fundamental para el desarrollo de la sinfonía y el cuarteto de cuerdas, a tal punto que su impulso a estos géneros se deja sentir hasta nuestros días, gracias a sus importantes contribuciones a ambos tipos de composición musical.
Destacó en todos los géneros musicales (...) Es familiarmente conocido como “el padre de la sinfonía” y, con gran justicia, podría ser considerado de igual forma respecto al cuarteto de cuerda; ningún otro compositor se acerca a su combinación de productividad, calidad e importancia histórica en estos géneros.
Haydn tomó la forma “sonata”, que consta de tres movimientos: rápido-lento-rápido (A-B-A) y la consolidó como la base de toda la música concertante y de cámara subsiguiente. Además, en materia sinfónica, reestructuró dicha forma sonata mediante la introducción de un movimiento de danza entre el movimiento lento y el último movimiento, para establecer un formato de cuatro movimientos consistente en la exposición y el desarrollo de dos temas melódicos iniciales (primer movimiento), al que seguía otro lento en forma de aria (segundo movimiento), luego un minueto (tercer movimiento en forma de danza) y un movimiento rápido conclusivo (movimiento final). Es un hecho que sobre la producción artística de Haydn se apoyaron de manera importante Mozart y Beethoven para el desarrollo de sus respectivas obras, por lo que no es posible explicarse la obra de ambos sin contar con el trabajo de su ilustre predecesor.
En el plano personal, la influencia específica de Haydn sobre Mozart y Beethoven está además muy documentada. Aunque bastante mayor, Haydn fue amigo cercano de Mozart y, además, entre ellos se desarrolló una mutua y muy justa admiración profesional. Ambos eran masones y, sin duda, los mayores músicos de su época. En razón de la diferencia de edad entre ellos, Mozart llamaba a Haydn “Papá Haydn”, quizá como forma de respeto a su condición de compositor establecido (es decir, como reconocimiento a sus contribuciones al mundo de la música), pero también en alusión al carácter amable y paternal que éste siempre mostró hacia aquél (y hacia todos en general), a diferencia del propio padre de Mozart, quien representó más bien un papel tiránico en su vida.
Según testimonios de la época, los dos compositores interpretaban juntos cuartetos de cuerda en forma ocasional. Haydn estaba muy impresionado por las obras de Mozart (como lo estamos todos, desde entonces) y lo elogiaba con entusiasmo en forma pública. Mozart, por su parte, también admiraba a Haydn e incluso le dedicó un conjunto de seis cuartetos de cuerda, conocidos actualmente como los Cuartetos de Haydn.
Respecto a Beethoven, Haydn fue su primer maestro de composición en Viena, entre 1792 y 1794, cuando Beethoven era aún niño. De temperamentos muy distintos y a causa de la enorme diferencia de edad, esa relación no fue duradera, pero la deuda de Beethoven a Haydn es obvia, especialmente en las primeras dos sinfonías de aquél, así como en el formato general de prácticamente todas sus composiciones.
Aunque no fue apreciado por los románticos, que lo consideraban demasiado conservador, la influencia de Haydn sobre Franz Schubert (1797-1828), Felix Mendelssohn (1809-1847) y Johannes Brahms (1833-1897) fue evidente. Por otra parte, su contribución al desarrollo de estructuras musicales fuertes y consolidadas sirvió de referencia clara para las digresiones de los románticos, por lo que –aún como contrapunto– puede decirse que fue su canon clásico lo que permitió a su vez el contraste de los románticos.
Estructura y características de su música.
Haydn nació 18 años antes de la muerte de Johann Sebastian Bach (1685-1750); por lo tanto, su estilo abarca todo el período clásico, ya que evolucionó desde el Barroco tardío hasta los albores del Romanticismo, justo cuando Beethoven estaba por cambiar la música para siempre. En esa evolución, su música se depuró, maduró en complejidad y sofisticación, y adquirió una elegancia inigualable.
Es interesante hacer notar que, entre 1760 y 1770, su música pasó por el período de Sturm und Drang (“tempestad e ímpetu”), en el que el lenguaje musical se caracterizó por una mayor intensidad expresiva, especialmente en las obras escritas en claves menores. Se dice que esta etapa fue precursora, de muchas maneras, del futuro Romanticismo musical debido a su amplio rango emocional. En efecto, las obras resultaron más apasionadas y audaces, y usualmente, de un temperamento más oscuro. Después de ese período, la música de Haydn readquirió la luminosidad anterior, pero ahora con caracteres más maduros y hermosos. Esto permitió que los motivos emergieran uno tras otro sin interrupción, mediante melodías más complejas donde cada parte instrumental mantiene su propia integridad.
Haydn fue el primero en desarrollar estructuras grandes en lugar de motivos cortos y simples en su música. Le gustaba la llamada “exposición monotemática”, en la que la música que establece la clave dominante es similar o idéntica al tema de apertura. Por otra parte, (i) integró la fuga, propia del estilo barroco, en el estilo clásico; (ii) enriqueció la forma rondó, con mayor cohesión tonal dentro de la construcción sinfónica; y, (iii) incluyó en sus obras la doble variación (variaciones alternas sobre dos temas), los cuales a menudo son los principales y, a veces, versiones uno del otro.
Acorde con su afable personalidad, la música de Haydn es conocida por su humor. El más famoso ejemplo sería el repentino acorde agudo que encontramos en el movimiento lento de su Sinfonía Sorpresa (que escucharemos este jueves), por el que pretendía despertar a los invitados de su patrono, el príncipe Esterházy, que en forma desconsiderada dormitaban sobre sus butacas durante los conciertos que el músico preparaba para ellos.
La música de Haydn es efectivamente encantadora. En lo personal, siempre la escucho si deseo acompañar un momento de felicidad con una melodía que le sea enteramente acorde. Es la música de un hombre bueno: el ideal de humanidad de su tiempo. Recomiendo mu cálidamente las grabaciones de sus últimas sinfonías, grabadas en CD por la Orquesta Real del Concertgebouw, de Amsterdam, bajo la dirección de sir Colin Davis (sello Philips). Son verdaderamente insuperables, una fuente inagotable de placer.
Vida y producción artística.
Haydn vivió durante la mayor parte de su vida en Austria, aunque también viajó por algunos países europeos. Desarrolló una parte importante de su carrera como músico de corte al servicio de la familia Esterházy de Hungría, que eran figuras importantes de la aristocracia del imperio de los Habsburgo. Su trabajo se desarrolló durante lo que se conoce como "Ilustración", cuando las ideas innovadoras de los philosophes franceses llenaron el continente de propuestas para poner a la razón en el centro del pensamiento y al progreso como destino natural de la humanidad. Esta es una época de suprema elegancia artística que precedía las tormentas generadas por la Revolución francesa, el imperio napoleónico y –como se dijo– el Romanticismo.
La vida pública de Haydn ejemplificó el ideal de la Ilustración del "honnête homme" ("hombre honesto"): el hombre cuyo buen carácter y éxito mundano le permiten y justifican el uno al otro. Su modestia y probidad fueron conocidas en todos sitios. Estos rasgos no eran requisitos para el éxito como maestro de capilla, empresario y figura pública, pero contribuyeron a una recepción favorable de su música.
En ese tiempo, era normal, e incluso deseable, emplearse como músico de alguna corte local. De esa manera, un compositor se granjeaba su manutención mientras producía música para su empleador. Todo aristócrata de alguna valía tenía su propia orquesta o grupo de cámara (según el poder económico del noble) para fines de entretenimiento. Ese grupo estaba a cargo del compositor contratado, como “maestro de capilla”, quien los dirigía en la ejecución de las obras que debía componer constantemente para las cenas, misas o celebraciones del patrono, tocaba con aquellos que conformaba un grupo de cámara (cuarteto de cuerdas, trío para piano, etc.) El mismo compositor debía, además, encargarse de montar las óperas que se presentaban en el teatro del palacio (en caso de que lo hubiera) y velar y participar por la educación musical a los parientes del aristócrata, como parte de sus obligaciones.
Como miembro del servicio de la familia Esterházy, Haydn debía seguir a la familia cuando se trasladaban de vivienda durante el año, por los tres palacios que la familia poseía en el imperio (Viena en invierno, y Eisenstadt, al sur de Viena, y Esterháza, al oeste de Hungría, durante el resto del año). En el caso de Haydn, la familia Esterházy exigía la presentación de dos óperas y dos conciertos por semana, además de la música de cámara que usualmente se oía durante la cena, cada día.
Como se deduce de lo anterior, los Esterházy eran nobles ilustrados, amantes y conocedores de la música. Dieron a Haydn todo el apoyo necesario para que trabajara con comodidad, incluyendo su propia orquesta. Su servicio a la familia duró más de treinta años y, en general, fue una relación feliz y mutuamente satisfactoria.
Luego de tan largo tiempo al servicio de una familia tan conocida y relacionada, el estilo musical de Haydn se desarrolló y su popularidad creció en los círculos más altos de la corte imperial y más allá. Los Esterházy, por otra parte, le permitían publicar, por cuenta personal, aquellas otras obras que Haydn compusiera siempre que no incumpliera con su contrato laboral. Gracias a que Haydn fue un compositor extraordinariamente prolífico, llegó el momento en que era capaz de componer tantas obras para su publicación como para los Esterházy. Obras tan importantes como sus Sinfonías de París (1785-1786) o Las siete últimas palabras de Cristo en la cruz (1786), publicadas en forma independiente, fueron compuestas en aquellos años.
Las Sinfonías de Londres.
Cuando, en 1790, un año después de la Revolución francesa de 1789, murió el príncipe Nicolás Esterházy, su sucesor demostró poco interés por mantener a Haydn a su servicio. Por ello, el compositor aceptó la oferta del empresario musical alemán Johann Peter Salomon para viajar a Inglaterra a fin de presentarse con sus nuevas composiciones a cargo de una orquesta local. Como resultado de ello hizo dos viajes a Inglaterra, de 1791 a 1792, y de 1794 a 1795, con gran éxito. Como Händel, cien años antes, Haydn tenía una gran reputación en ese país que sólo se incrementó con sus visitas. Los conciertos contaron con gran asistencia masiva y ello lo dotó de fortuna. Además, de esos conciertos resultaron las mejores sinfonías de Haydn, conocidas como las Sinfonías de Londres (sinfonías Nos. 93-104), que incluyen la Sinfonía No. 94 (Sorpresa), que tenemos en nuestro programa de este jueves; la Sinfonía No. 96 (Milagro); la Sinfonía No. 100 (Militar); la Sinfonía No. 101 (Reloj); la Sinfonía No. 103 (Redoble de timbal); y, la Sinfonía No. 104 (Londres).
A su regreso a Viena, gracias a sus recién adquirida fortuna, Haydn se retiró a una gran casa y se dedicó a componer obras religiosas para coro y orquesta, incluyendo sus dos grandes oratorios: La creación y Las estaciones; su famoso Concierto para trompeta y orquesta; y, sus últimos cuartetos para cuerdas, entre los que se incluían los denominados Quintas, Emperador (con la música del actual himno alemán) y Amanecer.
Como hombre rico, Haydn tuvo por primera vez en su vida el privilegio de tomarse su tiempo y escribir para la posteridad, lo que se refleja en el tema de los oratorios La creación (1798) y Las estaciones (1801), cuyos temas tienen que ver con el significado de la vida y el objetivo de la humanidad. En estos casos, Haydn trató de aprovechar su natural talento para llegar a lo sublime en la música, por lo que dedicó más tiempo a estas obras (más de un año por cada oratorio). Este cambio de enfoque en el proceso creativo fue un paso importante en la historia de la música, ya que permitió dos cosas: (i) hacer del músico una figura independiente (no un asalariado de algún noble adinerado) y, (ii) especialmente –corolario de lo anterior–, darle al músico la oportunidad de tomarse su tiempo para componer y para fijarse grandes objetivos artísticos. Beethoven sería el primer compositor de ese tipo que, conscientemente, rompió esquemas con esos propósitos y por ello es, quizá, el gran referente de la música culta; sin embargo, para ello tuvo el antecedente importante de Haydn como referencia inmediata.
Franz Josef Haydn murió en Viena, mientras la ciudad era atacada por las tropas de Napoleón, a una edad que se consideraba entonces avanzada (73 años). Enfermo, se había visto obligado a dejar de trabajar en su música recientemente; sin embargo, es uno de los compositores que más obras legó a la posteridad. En su funeral se interpretó el Réquiem de su amigo Mozart, una obra digna para despedir a un músico de su talla.
Los conciertos para violoncello y orquesta.
El concierto en do mayor para cello y orquesta es de los primeros que Haydn compuso para la orquesta del Príncipe Esterházy. Fue escrito para Joseph Franz Weigl, violoncellista y compositor empleado en la Esterháza entre 1761 y 1769.
En algún momento una copia del concierto llegó a la biblioteca del Conde Kolowrat de Praga, a quien le gustaba coleccionar conciertos para violoncello. La obra no se publicó y eventualmente desapareció de todo registro. Durante dos siglos se creyó que el concierto se había extraviado, pero de hecho la música se había conservado en bibliotecas privadas de Praga. Luego de la Segunda Guerra Mundial, cuando muchas colecciones privadas de Checoslovaquia fueron confiscadas por el gobierno comunista y llevadas a la Biblioteca Nacional, el documento fue descubierto por el musicólogo Oldrich Pulkert y autenticidad fue rápidamente establecida.
El concierto en re mayor, en cambio, fue compuesto en 1783 y nunca se perdió.
En ambos conciertos, la parte del solo de cello es completamente idiomática; es decir, trabajada expresamente para las características expresivas del instrumento. El primer concierto refleja la forma ritornello del concierto barroco, así como la estructura naciente de la forma sonata-allegro. Al igual que en el concerto grosso del Barroco, el conjunto orquestal es pequeño: cuerdas, dos oboes y dos cornos.
El virtuosismo del solista es evidente en ambos conciertos, desde que el instrumento solista hace su entrada. El movimiento adagio es de una gran expresividad (sereno e intenso a la vez) y –como todo en Haydn– muy elegante. Como dice un autor, al referirse a uno de los conciertos:
Creo que es aquí donde el cello trasciende a su papel de instrumento y se transforma en una vibración paralela al alma del intérprete. Casi como la voz más expresiva. Su equilibrio formal, su tempo, su tersura, tiene un efecto sobre el espíritu que me produce una inclinación inconsciente hacia lo bueno y lo noble del ser humano. Perfección imperecedera que plasma el espíritu del clasicismo de manera soberbia y delicada, proyectado a la inmortalidad.
Los conciertos son interpretados por Mstislav Rostropovich (1927-2007), uno de los grandes –quizá el más grande– violoncellista del mundo. Lo acompaña la Orquesta de St. Martin-in-the-Fields, inglesa, de la que –como recordarán– ya escuchamos un programa de música para cuerdas de Tchaikovsky y Grieg.
Sinfonía No. 94 en sol mayor (Sinfonía Sorpresa).
La Sinfonía Sorpresa fue compuesta alrededor de 1791 y es una de las más bellas de este compositor. Es famosa por su segundo movimiento, en do mayor, que Haydn compuso para acabar con la costumbre de alguna de la gente que iba a sus conciertos, que aprovechaba la luz tenue y la música para dormir. Mediante un golpe de timbal repentino y fuerte, en un momento casi silencioso de la partitura, la música sorprende a todos los presentes y los saca de su letargo.
Su estructura se basa en la de forma sonata, de cuatro tiempos: (i) Adagio - Vivace assai; (ii) Andante; (iii) Menuetto: Allegro molto; y, (iv) Finale: Allegro molto.
El primer y el tercer movimiento son prácticamente idénticos (excepto en algunos pasajes), que, no obstante, contrastan con el segundo movimiento, totalmente diferente, donde ocurre el golpe de timbal sorpresivo. Esto se debe a que en el segundo movimiento se le da muchísimo peso a los matices, mientras que en los otros dos la pieza es casi lineal.
La obra es interpretada por la Orquesta Filarmónica de Berlín, de la cual ya hemos hablado en anteriores ocasiones. Esta vez la dirección está a cargo de Mariss Jansons (1943-), director letón, alumno y heredero del legendario director soviético Yevgeni Mravinski (1903-1988). Jansons es actualmente el director principal de la Orquesta Real del Concertgebouw de Ámsterdam, otra de las grandes orquestas del mundo.
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La música es excelente, los artistas de primera. Los esperamos.
Saludos,
Carlos.
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