
"Il n'y a qu'un problème philosophique vraiment sérieux : c'est le suicide. Juger que la vie vaut ou ne vaut pas la peine d'être vécue, c'est répondre à la ques...tion fondamentale de la philosophie. Le reste, si le monde a trois dimensions, si l'esprit a neuf ou douze catégories, vient ensuite. Ce sont des jeux; il faut d'abord répondre."
Albert Camus, Le Mythe de Sisyphe (1942)
Esta
frase, del gran escritor y pensador Albert Camus (1913-1960), proviene de su
obra, "El mito de Sísifo".
En ella se hace un dificilísimo
planteamiento –si alguna vez hubo uno–, cuya resolución se encuentra en la
conciencia que tengamos de la vida, como concepto, y sus consecuencias, según nuestras
creencias más íntimas y según los condicionamientos sociales que experimentamos a la luz de la religión, el derecho, la política y, especialmente, nuestra propia psique.
Tanto en la definición como en la
solución del problema, tenemos que considerar todos los elementos que
caracterizan al ser humano; esto es, el concepto de hombre como tal, así como
los atributos que definen sus actos a todo nivel. En esa consideración,
además, necesariamente van a intervenir los filtros o perspectivas que
establecen las corrientes filosóficas o religiosas que sigamos.
En primer término, aparecen la idea de
la libertad y el concepto que podemos tener de la vida como un derecho o un
deber. Tenemos también la noción de dignidad y la del respeto, ya sea por
lo que cada cual puede hacer consigo mismo, en ejercicio de sus derechos, o por
lo que no se puede hacer –aún a voluntad– por estar más allá de nuestros derechos
personales.
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No pocas veces, el asunto se plantea
como una dicotomía entre la llamada “santidad de la vida” y la “calidad de
vida”. Se plantea en los temas relacionados con situaciones extremas,
como, por ejemplo, la eutanasia en las enfermedades terminales. Para
algunos la vida no es nuestra, sino de Dios que nos la ha dado (san Agustín,
santo Tomás). Otros, siglos después, niegan todo mérito ético al
suicidio, aun alejados de la religión, al considerarlo contrario a la dignidad
misma del ser humano (Kant).

Esta última posición es, en alguna
medida, asumida por filósofos posteriores, aunque con un tinte claramente
pesimista. Para ellos, la muerte es una manera de salir del dolor que
apareja la vida. En ese tanto, el suicidio es una reafirmación del deseo
de vivir algo distinto que ya no es posible (Schopenhauer). Por ello, el
suicidio constituye entonces una renuncia o abandono legítimo de la existencia,
debido a la imposibilidad de vivir la vida que se quiere tener. Otros
(Nietzsche), creen que la vida se expresa como voluntad y como poder y que es
un derecho sólo de aquéllos que pueden realmente ejercerla, por lo que confirma
la libertad que tenemos para acabarla cuando ya no es merecida.

Siendo la mortalidad una realidad
inmanente al hombre, y en línea con la herencia filosófica del nihilismo y el
existencialismo, se establece que cada paso en la vida no es otra cosa que un
inevitable paso en/de/hacia la muerte (Cioran).

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