A propósito de esta Semana Santa, ha surgido cierta discusión en torno al personaje de Judas Iscariote. Luego de reflexionar un poco al respecto, se me ocurre pensar en la injusticia con la que la historia ha tratado a esta figura, por razones más allá de sus acciones reales.
Judas es un personaje importante del eterno drama humano. Esa tragedia que envuelve al ser humano y que lo obliga a luchar, con pocas oportunidades de ganar, debatiéndose entre lo que los dioses le han predestinado y lo que el propio individuo trata de hacer por su cuenta, aún en contra de ese sino. Por eso tienen razón los comentarios hechos en relación con el aire de tragedia griega que se respira en este caso. Creo que esto le agrega grandeza al personaje y trasluce lo que hay de profundamente humano detrás de él.
Judas es un personaje importante del eterno drama humano. Esa tragedia que envuelve al ser humano y que lo obliga a luchar, con pocas oportunidades de ganar, debatiéndose entre lo que los dioses le han predestinado y lo que el propio individuo trata de hacer por su cuenta, aún en contra de ese sino. Por eso tienen razón los comentarios hechos en relación con el aire de tragedia griega que se respira en este caso. Creo que esto le agrega grandeza al personaje y trasluce lo que hay de profundamente humano detrás de él.
¿Acaso habría sido razonable que Jesús hubiera reclutado como discípulo a alguien sólo para usarlo como traidor; es decir, como instrumento para su misión personal? Creo que no. Eso sería cínico y egoísta y, por lo tanto, no cabría dentro de la definición de un Dios bondadoso. Tampoco sería aceptable que hubiera reclutado a alguien meramente malo para seguirlo, pues sería contradictorio con su misión salvadora. Esto, me parece, descarta con toda propiedad esa supuesta naturaleza de villano o traidor que la tradición religiosa ha hecho ver irresponsablemente en la figura de Judas.
Así las cosas, Judas parece ser uno de esos hombres trágicos, que se debatió entre profundas contradicciones, influenciado por los acontecimientos de su época y perplejo ante a un críptico mensaje de una sociedad nueva basada en el amor, que posiblemente era incomprensible para la gente de su época. Es plausible, por lo tanto, que él hubiera hecho lo mejor a su alcance para dar sentido al mensaje de Jesús en el contexto de la realidad que trataba de cambiar a su alrededor, lo cual hace de su ¡traición” un tema de mera interpretación, en el peor de los casos. Es posible, también, que hubiera actuado a sabiendas, no como un traidor, sino en pleno acuerdo con Jesús, para que su plan de acción tuviera éxito, cosa que lo convierte en amigo fiel, y no en traidor.
En fin, lo
que Judas parece haber sido es un hombre fallido, incluso un sacrificado, cosa
que subraya su humanidad y sus méritos.
Todo otro juicio que lo negativice, por lo demás, parece ser una gran
injusticia de nuestra parte.
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