Lo vi en
marzo en Nueva York, con la Filarmónica de Berlín. Se presentó en tres conciertos, en Carnegie
Hall, con obras compuestas todas con muy pocos años de diferencia, durante la
última década del siglo XIX, pero que
respondieron en su momento a criterios estéticos y tradiciones musicales diversas,
y que tuvieron proyecciones futuras muy diferentes para la historia de la
música. Esas obras fueron: de Gustav Mahler,
la Sinfonía No. 2 en do menor (“Resurrección”); de Antonin Dvořák
, el poema sinfónico “La rueca dorada”,
op. 109; de Claude Debussy, su hermoso Preludio
a la siesta de un fauno; de Anton Bruckner, su Sinfonía No. 9 en re menor (¡en una versión terminada de tres
movimientos!); de Arnold Schönberg, su poema
sinfónico “Noche transfigurada”, op. 4; de Hugo Wolf, algunos de sus lieder para mezzo y orquesta; y, de
Edward Elgar, sus famosas Variaciones
sobre un tema original (“Enigma”), op. 36.
El
contraste –no obstante la proximidad cronológica de las obras– fue riquísimo
como experiencia musical. El sonido fue,
literalmente, el equivalente a un “lujo asiático”.
Rattle es
un director de largo plazo. Una
inversión que, al lado de esta orquesta, debe rendir frutos de una calidad
superlativa. Desde que era casi un
chiquillo, en Birmingham, Herbert von Karajan lo tenía visto para que se
hiciera cargo de la Filarmónica. Creo
que todavía no ha dado todo lo que puede, pero tenemos tiempo, afortunadamente,
para recibir muchas cosechas extraordinarias de su batuta.
Sobre las
presentaciones en Carnegie Hall, recomiendo como lectura lo siguiente:
No hay comentarios:
Publicar un comentario