Esta
tarde vi “Un método peligroso”(no sé si ese es el título oficial en español),
la película de David Cronenberg, que trata sobre la relación entre dos
personajes famosos del psicoanálisis: Sigmund Freud (Viggo Mortensen) y Carl
Jung (Michael Fassbender), en el
contexto del tratamiento de una paciente (Sabina Spielrein,
protagonizada por Keira Knightley), quien con el
tiempo terminaría siendo una importante psicoanalista por derecho propio.
La
historia transcurre en los primeros años del siglo XX, cuando muchas cosas
ocurrían en Europa: el viejo orden estaba por caer en la pesadilla de la
Primera Guerra Mundial, que constituyó un acomodo político y social de enorme
magnitud; el materialismo marxista estaba por apoderarse de Rusia, para
comenzar a ejercer su influencia sobre todo el este europeo; los judíos se
veían cada vez más marginados en la Europa central, en preparación para lo que
vendría unas décadas más tarde; Freud iniciaba una revolución que tocaba puntos
medulares de la conciencia histórica, adentrándose en los mundos de la psiquis
y la sexualidad, hasta entonces prácticamente desconocidos; y, la ciencia
comenzaba a auscultar conceptos que eventualmente pondrían el rígido ordenamiento
moderno de Galileo y Newton en términos de verdadera “relatividad”. Si a lo anterior sumamos el peso del
nihilismo de Nietzsche y del pesimismo de Schopenhauer sobre el pensamiento
filosófico; las revoluciones estéticas que significaron las obras de Matisse y Picasso
en las artes plásticas, o Debussy y Stravinsky en la música; así como el poder
creciente de la burguesía frente a las anquilosadas estructuras monárquicas, o las
ansias de dominación de las potencias de entonces, se comprenderá que Europa
estaba en una verdadera crisis de valores que sólo necesitaba de una excusa
para detonar a gran escala.
Este es el contexto que subyace a la
película y que sirve como fondo al encuentro y posterior separación de Freud y
Jung en la época en la que nace el psicoanálisis. La relación entre ellos tiene muchas
aristas. Hay mutua admiración y celos a
la vez. Hay una relación de tutor y
pupilo (real o ilusoria, según quien la mire) y, de algún modo, una relación edípica,
casi amorosa entre los personajes (si bien apenas manifestada). En el medio, Sabina Spielren tiene sus
propias complicaciones, aquejada por un caso agudo de histeria que los “expertos”
Jung y Freud se apresuran a tratar como mejor pueden, si bien no siempre en
total apego a la ética profesional.
La película se
inicia en torno al caso clínico de Sabina, pero termina como un drama personal
que envuelve a los tres personajes principales.
Así, frente a la afectación personal con la que se inicia la película,
que aqueja a una emocional Sabina frente al frío cientificismo de Jung, acabamos
con un estado de dolores y resentimientos de diverso molde que afectan a una
Sabina ya rehabilitada o “normalizada”, a un Jung que se ha entregado con pocas
reservas a sus propios demonios personales y un Freud que no logra conectar
emocionalmente con sus semejantes, como no sea desde el pedestal del analista
que está por encima de sus pacientes.
El filme
empieza a bordo de un viejo carruaje, que avanza histéricamente hacia un
sanatorio suizo, para que Sabina sea atendida por un frío y perfectamente
controlado Jung, y termina en un compartimiento de un moderno ferrocarril, que
se aleja suavemente de Zürich, con una Sabina que experimenta emociones
igualmente fuertes, pero que esta vez ella controla, luego de dejar a un Jung
vulnerado para siempre. Freud ha quedado
atrás para ambos, en el ostracismo de una Viena que ninguno de ellos visitará
más, incapaz de relacionarse con ellos (o probablemente con nadie) desde su
torre de marfil.
El tema es el
nacimiento del psicoanálisis, desde las perspectivas que aportan cada uno de
los protagonistas, pero de camino trata de mostrarnos a estos últimos como
seres humanos, en sus aspectos más logrados y también los más fallidos. El “análisis”, como término clínico, se
convierte en la metodología/lenguaje por la que los protagonistas se
relacionan, lo que hace que los diálogos sean un poco pesados y la relación
entre cada personaje bastante formal. El
contraste es evidente cuando los aspectos más instintivos de cada cual
(especialmente de Jung) salen a la superficie, como una especie de “Mr. Hyde”,
para apoderarse de la fachada formal que, como buen “Dr. Jeckyll”, éste trata
de mantener del modo más circunspecto posible, a tono con los convencionalismos
de la época.
Ese contraste
claramente representa la lucha entre los deseos y emociones más ingobernables de
cada cual (el “ello” freudiano), frente a los esfuerzos del “yo” (“ego”) para
conformarse al patrón social (“superyó”), mediante la dominación y el confinamiento
consciente de esos instintos.
Cronenberg escoge a este trío de personajes para
contar una historia interesante. Sin embargo, el análisis parece frío, como si
estuviera explicando más un caso clínico que un drama pasional. La manía de cada personaje de analizar a los
otros dos ciertamente contribuye a dar esta sensación.
La visión de Freud es pragmática, metódica y
científica, mientras que la posición de Jung es idealista, con propensión a lo
místico y lo acientífico. La
discordancia entre estas dos maneras de analizar el mundo hace que el conflicto
sea inevitable entre ambos, aunque traten de negarlo. Frente a ello, la “animalidad” de Sabina
ofrece el contraste apropiado para que Jung y Freud colaboren, choquen y
discutan, cada cual sin abandonar sus perspectivas. Vincent Cassel aparece brevemente en escena,
para ilustrar la posición de Otto Gross, un analista desequilibrado, cínico y
hasta charlatán (una mala influencia, podría decirse) dentro del drama
establecido.
Los personajes
exhiben sus contradicciones (esto es, su humanidad) dentro de lo complicado de
sus posturas profesionales. Gracias al
caso de Sabina nos damos cuenta de lo tormentoso y doloroso que puede resultar
la vida en sociedad y, específicamente, lo que Freud tituló luego el “malestar
de la cultura”. Jung muestra el
conformismo del hombre occidental con la vida material (su esposa es rica y
sumisa) y su doble moral para satisfacer sus instintos más primarios, sin
abandonar por ello el confort de su vida burguesa. Freud ejemplifica la soledad del intelectual,
que tiene dificultades para relacionarse con su medio, más allá de teorizar al
respecto y mirar con cierto desdén olímpico al común de la gente.
La película me
pareció valiosa, aunque –como dije– un poco “académica”. Se esfuerza mucho por tratar temas teóricos,
como una especie de clase ilustrativa sobre las razones para el rompimiento de
Freud con Jung o de Jung con Freud, según se quiera ver esa disputa. Sin embargo, pueden detectarse algunas fallas
en la presentación. Por ejemplo, el
filme ignora mucho de lo desarrollado por Freud sobre el inconsciente, para
concentrarse en los aspectos sexuales de sus teorías, aunque sin profundizarlos,
todo lo cual constituye una visión limitada del genio pionero de este autor. Es evidente que Freud dio en el clavo al
relacionar nuestras experiencias sexuales con nuestra forma de ser y de pensar,
pero las implicaciones de sus teorías son mucho más ricas que ese vínculo
fundamental (pero parcial) de la existencia humana.
Por otra parte,
la cinta habla del psicoanálisis como una disciplina que responde ya sea a la
visión de Freud o a la visión de Jung, cuando en realidad el psicoanálisis es
algo mucho más rico y complejo, que toma aspectos de cada uno de estos autores
y que, además, ha recibido también aportes importantes de otros estudiosos en
el campo, para dar una vocación humanista a esta disciplina profesional.
El diálogo de
la película es algo complicado pero muy inteligente, como cabría esperar de
Cronenberg y de un tema como este. Sin
embargo, me parece que a la película le falta un poco de vitalidad. En ese sentido (quizá por la presentación de
la película como la relación de un trío principal y, ciertamente, por el tipo
de personajes involucrados), es apropiado hacer un paralelismo entre este filme
y “Más allá del bien y el mal”, la película de Liliana Cavani que vi hace
muchos años en una Sala Garbo que aún recuerdo con cariño. Acá también tenemos un trío ambivalente, formado
por tres interesantes personajes que pertenecieron a una generación anterior a
la de los protagonistas de “Un método peligroso”: Friedrich Nietzsche, Paul Rée
y Lou Andreas Salomé.
En ambos casos
estamos ante un guión basado en hechos reales, si bien interpretado con ciertas
libertades. En ambas películas tenemos una figura parental, cuya autoridad es
controvertida; una figura más joven, que no puede ni quiere seguir a la más
vieja; y, una figura femenina, dispuesta a vivir en libertad, por encima de los
condicionamientos sociales a su derredor.
De “Más allá
del bien y el mal” se ha dicho que es un filme que “se compromete con el libre
pensamiento por absurdo que parezca; se compromete con el arrasamiento de las
costumbres morales que deniegan el derecho al placer y a la libre inclinación
sexual; se arriesga a sacudir toda moral que ancle o que pretenda anular el
derecho a vivir, con libertad, el lado oscuro que subyace en cada ser humano…” De “Un método peligroso” podría haberse dicho
algo similar, si Cronenberg hubiera querido explorar con mayor profundidad las
implicaciones de este triángulo que, si bien no participa de los mismos
vínculos emocionales entre sus miembros de la película de Cavani, sí parte de
principios filosóficos que van contra muchos de los convencionalismos más establecidos
de la sociedad occidental.
En una entrevista que le realizaron cuando “Más allá
del bien y el mal” provocó el escándalo que comprensiblemente hubo tras su
difusión, Liliana Cavani dijo que toda obra de arte hace pensar y cumple una
función terapéutica porque obliga a desempolvar los miedos que llevamos
escondidos en el alma. Si escudriñamos
lo suficiente en las características de “Un método peligroso”, nos damos cuenta
de que justamente allí reside la posibilidad de que este película hubiera
alcanzado el status de obra fundamental que, en mi opinión, no logra, porque no
tomó el riesgo de ir más allá de la exposición si se quiere lineal –esto es, un
tanto plana– de las ideas de cada
personaje.
No es
casualidad que Cronenberg se haya interesado por hacer esta película, luego de
sus trabajos previos, que andan cerca de los aspectos inconscientes de la vida
humana. Sin embargo, a diferencia de
directores como Ken Russell, Cronenberg es un creador más cerebral; es decir,
más reservado y cuidadoso, y menos
propenso, por lo tanto, a dejarse ir en un frenesí de imágenes y
emociones. Creo que ese auto-freno, que
resultó en ventajas importantes en películas previas, podría haber actuado en
contra de “Un método peligroso” en este caso, al restarle riesgos que podrían
haber generado más profundidad en el estudio de los personajes y sus relaciones.
“Un método
peligroso” es una película bastante buena que merece verse. Independientemente de las limitaciones
apuntadas, creo justo decir que el filme constituyes un esfuerzo valioso e
interesante por presentar un mundo que en ese momento se transformaba por
conducto de personalidades sin las cuales nos costaría mucho explicar lo que
actualmente tenemos como temas consolidados.
La película, en efecto, expone ideas y lo hace con toda dignidad, aunque
no hubiera llegado –como quizá pudo– al fondo del asunto.
Un crítico dijo
una vez que en toda trama debe haber fundamentalmente ideas y que una trama es
buena cuando reconoce el poder erótico de las ideas, que se presentan en forma
insinuante –y a veces brutal– para seducir o conquistar a quienes son objeto de
su atención. En estos casos, cualquiera
que sea el intercambio, las ideas despiertan pasión y redundan en frutos
especiales, nuevos planteamientos que eventualmente repetirán esa
vorágine. Esa dialéctica es justamente
lo erotizante de la manifestación de ideas, por el proceso creador que
desencadena de seducción y reproducción irrefrenables.
Cuando las
ideas se presentan de manera estimulante, ante un público ávido de escucharlas
e interpretarlas, la trama será especialmente significativa por su capacidad
para abarcar ámbitos más amplios de entendimiento y también de sentimiento. Me parece que “Un método peligroso” cumple
ese cometido, si bien podría haber sido cataclísmica de haber contado con esa
última chispa de apasionamiento que, en lo personal, echo de menos en la
película.
En cuanto a las
interpretaciones, éstas son de excelente calidad. Fassbender es un gran actor, como lo probó
recientemente en “Shame”. Su papel en
“Un método peligroso” es convincente.
Representa a Carl Jung como un típico protestante, impecablemente vestido,
de pelo y bigote bien cuidados, discreto y controlado en sus actos y apariencias. Cuando sus demonios salen a floración, vemos
sus dudas y angustia claramente reflejadas en su casi imperturbable
presencia. Sólo lo vemos perder la
compostura en presencia de Sabina, ante quien pareciera no tener defensas. Los momentos de mayor expresividad entre
ellos son bastante fuertes, e incluso perversos, con un Jung transformado (ya
lo comparamos con Mr. Hyde) y una Sabina que exuda energía animal a raudales;
es decir, una energía primaria, muy femenina y por ello completamente misteriosa
para el sensible Jung.
Viggo Mortensen
tiene la difícil tarea de encarnar a Freud, todo un ícono cultural del siglo
XX. Lo hace con dejos de humor, calidez
y, por supuesto, vanidad, lo que restablece la humanidad de este gigante para
que, como espectadores, nos relacionemos con él y comprendamos el valor de sus
aportes y también sus limitaciones.
Keira Knightley
tiene el papel más llamativo del filme.
Como paciente que acaba siendo analista, a ratos sobreactúa pero ello no
afecta la película, pues esto hace que su personaje, víctima de la histeria, sea
más creíble y retorcido, si se quiere como contraste con la tranquilidad casi
inocente del personaje de Jung. Esa
expresividad también hace más creíble que sea el personaje de Sabina quien tome
la iniciativa en romper la pasiva circunspección de Jung, para que éste se
desborde en todos los aspectos éticos de su vida matrimonial y profesional.
En fin, una
película interesante que les recomiendo ver.
Sus limitaciones no hacen sino subrayar los atractivos de la trama y el
tema en general de la película. Véanla,
si no lo han hecho, por las ideas que
aporta y por lo que esas ideas son capaces de generar en ustedes
Saludos,
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