Difusión de la cultura
por televisión.
La Orquesta Filarmónica de Los Ángeles, ahora bajo la dirección
artística de Gustavo Dudamel (1981-) ha decidido transmitir en vivo sus
presentaciones por medio de salas de cine alrededor de los Estados Unidos y
Canadá. Se cobra un monto bajo por cada
boleto y el público acude al concierto de este modo, como si estuviera sentado
en el Walt Disney Hall de Los
Ángeles.
Algo similar hace la Metropolitan
Opera House de Nueva York con sus presentaciones de ópera desde hace
algunos años.
El asunto es interesante porque los grupos culturales, como las
compañías de ópera, las orquestas sinfónicas y los grupos de danza han sufrido
mucho últimamente con recortes presupuestarios, menores donativos de
patrocinadores, bajas asistencias a sus presentaciones y, por supuesto, el
encarecimiento de los costos de vida en general. Con esta idea, las salas de cine tienen la
posibilidad de llenar sus asientos en localidades remotas, con otros
espectáculos, además de las películas, atrayendo a un público diferente. Eso es bueno para esas salas, es bueno para
los grupos musicales y, por supuesto, es buen para el público que puede acudir
a ver presentaciones de alto calibre, con buen sonido e imagen, aunque no vivan
en el lugar donde se celebra la actividad y sin tener que pagar altas sumas de
dinero por un DVD o disco en Blue Ray.
Las posibilidades de difundir la cultura con ayuda de las telecomunicaciones
no son nuevas. Desde hace muchas décadas
algunas de las grandes orquestas del mundo transmiten por radio sus conciertos
en vivo. Lo interesante de este caso es
que los adelantos tecnológicos permiten tener imágenes y sonido de lo que
ocurre, en tiempo real, desde el lugar de origen con la mayor fidelidad
posible. Esto ciertamente es atractivo.
pues permite al público familiarizarse con la forma en que se desarrolla una
actividad cultural de un modo mucho más directo y comprensivo.
Algunas orquestas, como la Filarmónica de Berlín, han desarrollado sus
propias compañías de grabación y hacen la difusión de sus programas por
suscripción, vía internet. El interesado
compra un boleto electrónico que usa para bajar un concierto de la orquesta el
día y a la hora que le place.
Sería interesante la generalización de este tipo de conceptos no sólo
para los países desarrollados, sino para los nuestros. Sería la manera de llevar la música, la danza
y el teatro a más gente y de un modo mucho más efectivo. Si fuera lo suficientemente barato, podría ser
una excelente inversión en educación y cultura, incluso si fuera promovido por
las autoridades en el currículum de estudios de escuelas, colegios y
universidades.
Con ello la alta cultura dejaría de ser un asunto de élites, para pasar
a formar parte de la vida popular, con todos los beneficios que de ello derivan.
A continuación el enlace del New York Times:
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