Estimados amigos,
Estamos en Navidad; por lo tanto, este jueves vamos a dedicar la sesión a desentrañar algunas de tradiciones principales de ese fenómeno no sólo cultural, sino mundial. Para ello, puede ser importante contar con algunos antecedentes sobre el tema.
Nomenclatura y aspectos generales.
La palabra "navidad" es una contracción del término "natividad", que significa “nacimiento” o “natalicio” (del latín nativitas). En referencia a la fiesta religiosa a la que da su nombre, el término es “Navidad”.
En los países de habla inglesa el término que se utiliza para la Navidad es Christmas, cuyo significado es la “misa de Cristo” (Christ-Mass). Entre los de lengua alemana, la Navidad se denomina Weihnachten, que significa “noche de bendición”.
La Navidad es, después de la Pascua de Resurrección, la fiesta más importante del año eclesiástico cristiano. Al respecto, es interesante mencionar que la Navidad no se celebró en los primeros siglos de la Iglesia Cristiana, ya que la costumbre del cristianismo en general, dada su vocación escatológica, era celebrar no el nacimiento sino la muerte de las personas. Así, la Pascua de Resurrección, instituida por la autoridad bíblica en el Nuevo Testamento, es en realidad una conmemoración de la muerte de Cristo y su renacimiento al mundo divino, sin que haya referencias del mismo nivel de detalle respecto al nacimiento de Jesús.
Más que una fecha festiva, para el catolicismo la Navidad es una temporada de fiestas cuyas características han sido promovidas y conformadas, a lo largo de los siglos, por la Iglesia católica. Esa temporada contiene un tiempo de preparación, llamado Adviento, que inicia cuatro domingos antes del 25 de diciembre y culmina ese día con la Misa de Navidad.
Fecha de la Navidad.
De acuerdo con los estudiosos, la verdadera época de la Navidad debería situarse en la primavera (esto es, entre abril y mayo), en el verano (entre junio y agosto) o en el otoño (entre septiembre y noviembre), para corresponder al relato evangélico de san Lucas (2:8), que dice que la noche del nacimiento de Jesús los pastores cuidaban los rebaños al aire libre y el cielo estaba estrellado, situación que habría sido improbable en los meses fríos del hemisferio norte. No obstante ese testimonio, la Iglesia cristiana mantiene arbitrariamente la Natividad en el invierno por dos razones: (i) para celebrar en la primavera, de modo exclusivo, la Pascua, su fiesta más importante; y, (ii) para no interferir con las cosechas ni estar sujetos a los rigores del verano, que en algunos lugares puede ser muy severo.
Como dato curioso, vale la pena notar que, para las iglesias cristianas occidentales, el día de Navidad es el 25 de diciembre, cuando se conmemora el nacimiento de Jesús en la ciudad de Belén, situada al sur de Jerusalén, en un área regida actualmente por la Autoridad Palestina. Para las iglesias cristianas de Oriente, en cambio –a excepción de las Iglesias ortodoxas griega, búlgara y rumana, que sigue el canon occidental– la Navidad se celebra el 7 de enero, ya que la gran mayoría de las iglesias orientales no aceptaron la reforma hecha al “calendario juliano”, que dio lugar a nuestro calendario actual, llamado “gregoriano” en homenaje a su reformador, el papa Gregorio XIII (1502-1585).
En vista de lo anterior, Belén tiene la particularidad de que celebra dos veces la Navidad: el 25 de diciembre, por los cristianos que siguen el calendario gregoriano; y, el 6 de enero, por los ortodoxos que siguen el calendario juliano.
Algunos expertos han intentado calcular la fecha del nacimiento de Jesús tomando la Biblia como fuente, pues en Lucas 1:5-14 se afirma que en el momento de la concepción de Juan el Bautista, Zacarías su padre, sacerdote del grupo de Abdías, oficiaba en el Templo de Jerusalén y, según Lucas 1:24-36 Jesús nació aproximadamente seis meses después de Juan. I Crónicas 24:7-19 indica que había 24 grupos de sacerdotes que servían por turnos en el templo y al grupo de Abdías le correspondía el octavo turno.
Contando los turnos desde el comienzo del año, al grupo de Abdías le correspondió servir a comienzos de junio (del 8 al 14 del tercer mes del calendario lunar hebreo). Siguiendo esta hipótesis, si los embarazos de Isabel y María fueron normales, Juan nació en marzo y Jesús en septiembre. Esta fecha sería compatible con la indicación de la Biblia (Lucas 2:8), según la cual la noche del nacimiento de Jesús los pastores cuidaban los rebaños al aire libre, lo cual difícilmente podría haber ocurrido en diciembre. Cualquier cálculo sobre el nacimiento de Jesús debe estar ajustado a esta fuente primaria, por lo que la fecha correcta debe estar entre septiembre y octubre, principios de Otoño. Además, debe tomarse en cuenta el censo ordenado por César al tiempo del nacimiento del Hijo de Dios, lo cual obviamente no pudo haber sido en diciembre, época de intenso frío en Jerusalén, la razón es que el pueblo judío era proclive a la rebelión y hubiera sido imprudente ordenar un censo en esa época del año.
Como los turnos eran semanales, tal y como lo confirman los rollos del Mar Muerto, descubiertos en Qumrán, cada grupo servía dos veces al año y nuevamente le correspondía al grupo de Abdías el turno a finales de septiembre (del 24 al 30 del octavo mes judío). Si se toma esta segunda fecha como punto de partida, Juan habría nacido a finales de junio y Jesús a finales de diciembre. Así, algunos de los primeros escritores cristianos (Juan Crisóstomo, 347-407) enseñaron que Zacarías recibió el mensaje acerca del nacimiento de Juan en el día del Perdón, el cual llegaba en septiembre u octubre. Por otra parte, según los historiadores, cuando el Templo fue destruido en el año 70, el grupo sacerdotal de Joyarib estaba sirviendo. Si el servicio sacerdotal no fue interrumpido desde el tiempo de Zacarías hasta la destrucción del templo, este cálculo tiene al turno de Abdías en la primera semana de octubre, por lo que algunos creen que el 6 de enero puede ser el día correcto.
En un tratado anónimo sobre solsticios y equinoccios se afirmó que "Nuestro Señor fue concebido el 8 de las calendas de abril en el mes de marzo (25 de marzo), que es el día de la Pasión del Señor y de su concepción, pues fue concebido el mismo día en que murió". Si fue concebido el 25 de marzo, la celebración de su nacimiento se fijaría nueve meses después, es decir, el 25 de diciembre.
Raíces paganas.
La Navidad, como concepto cristiano, no proviene estrictamente del Nuevo Testamento, sino de varias fuentes, algunas de las cuales son de origen pagano. De hecho, debido al desconocimiento de la fecha exacta del nacimiento de Cristo, la Navidad acabó por celebrarse el mismo día de la antigua festividad romana que conmemoraba el nacimiento del sol.
En la escogencia de esta fecha se estima que la Iglesia continuó su política de absorber –en lugar de reprimir– los ritos paganos prevalecientes, que, desde tiempos primitivos, habían celebrado el solsticio de invierno a finales del año calendario.
La fiesta pagana más estrechamente asociada con la Navidad era el Saturnal romano, que se celebraba a finales de diciembre en honor del dios Saturno (Cronos), en medio de diversiones y banquetes populares, y que culminaba con la Brumalia, el 25 de diciembre, con el nacimiento del sol y –tómese nota– con regalos de los mayores para los niños.
La “Nueva enciclopedia del conocimiento religioso”, de Schaff-Herzog, lo explica claramente en su artículo sobre la Navidad:
"No puede determinarse con precisión hasta qué punto la fecha de de esta festividad dependió de la pagana Brumalia (25 de diciembre), que seguía a la Saturnalia (17-24) de diciembre y conmemoraba el día más corto del año y el nuevo sol.”
Igualmente, las antiguas tribus germánicas celebraban una fiesta invernal en el norte de Europa, denominada Yule, en la que se quemaban grandes troncos adornados con ramas y cintas, en honor de sus dioses, para invitar al dios solar a brillar en los meses más oscuros del año. Este es, naturalmente, el antecedente de nuestro árbol de Navidad, que se ilumina como parte de las fiestas navideñas.
Hay otras coincidencias entre la fecha de la Navidad y algunas fiestas paganas, la mayor parte de ellas relacionadas con el solsticio del invierno y, por lo tanto, con el dios o los dioses del sol, como Helios y Apolo (en Grecia y Roma), Mitra (en Persia), y hasta Huitzilopochtli (en Tenochtitlán), entre otros. De acuerdo con algunas culturas, el dios del sol habría nacido el 21 de diciembre, que es –como se dijo– el día más corto del año. De este modo, conforme avanzaba la vida del dios a lo largo del año, los días se hacían más largos, hasta que eventualmente sus días empezaban a decrecer y, finalmente, el dios moría y volvía a nacer en el nuevo solsticio invernal.
- Los romanos celebraban el 25 de diciembre la fiesta del "Natalis Solis Invicti" o "Nacimiento del Sol invicto", asociada al nacimiento de Apolo. El 25 de diciembre fue considerado como día del solsticio de invierno, y que los romanos llamaron bruma; cuando Julio César introdujo su calendario en el año 45 a. C., el 25 de diciembre debió ubicarse entre el 21 y 22 de diciembre de nuestro calendario gregoriano. De esta fiesta, los primeros cristianos tomaron la idea del 25 de diciembre como fecha del nacimiento de Jesucristo. Otro festival romano llamado Saturnalia, en honor a Saturno, duraba cerca de siete días e incluía el solsticio de invierno. Por esta celebración los romanos posponían todos los negocios y guerras, había intercambio de regalos, y liberaban temporalmente a sus esclavos. Tales tradiciones se asemejan a las actuales tradiciones de Navidad y se utilizaron para establecer un acoplamiento entre los dos días de fiesta.
- Los germanos y escandinavos celebraban el 26 de diciembre el nacimiento de Frey, dios nórdico del sol naciente, la lluvia y la fertilidad. En esas fiestas adornaban un árbol perenne, que representaba al Yggdrasil o árbol del Universo, costumbre que se transformó en el árbol de Navidad, cuando llegó el Cristianismo al Norte de Europa.
- Los mexicas celebraban durante el invierno, el advenimiento de Huitzilopochtli, dios del sol y de la guerra, en el mes Panquetzaliztli, que equivaldría aproximadamente al período del 7 al 26 de diciembre de nuestro calendario. "Por esa razón y aprovechando la coincidencia de fechas, los primeros evangelizadores, los religiosos agustinos, promovieron la sustitución de personajes y así desaparecieron al dios prehispánico y mantuvieron la celebración, dándole características cristianas."
- Los incas celebraban el renacimiento de Inti o el dios Sol, la fiesta era llamada Cápac Raymi o Fiesta del sol poderoso que por su extensión también abarcaba y daba nombre al mes, por ende este era el primer mes del calendario inca. Esta fiesta era la contraparte del Inti Raymi de junio, pues el 23 de diciembre es el solsticio de verano austral y el Inti Raymi sucede en el solsticio de invierno austral. En el solsticio de verano austral el Sol alcanza su mayor poder (es viejo) y muere, pero vuelve a nacer para alcanzar su madurez en junio, luego declina hasta diciembre, y así se completa el ciclo de vida del Sol. Esta fiesta tenía una connotación de nacimiento, pues se realizaba una ceremonia de iniciación en la vida adulta de los varones jóvenes del imperio, dicha iniciación era conocida como Warachikuy.
En un intento muy eficaz por apagar los ritos no cristianos sin romper abruptamente con las tradiciones locales, la Iglesia incorporó rasgos de estas y otras celebraciones religiosas con su propia necesidad de glorificar al Dios hecho hombre del cual deriva su doctrina. Este sincretismo religioso, que no es exclusivo del cristianismo, fue probablemente la mejor garantía del establecimiento de la fiesta de la Navidad para cerrar el ciclo anual del hemisferio norte.
Como los Evangelios no mencionan fechas, es imposible decir que Jesús naciera en una fecha específica. De allí lo arbitrario de su fijación en diciembre.
Según la Enciclopedia Católica, la Navidad ni siquiera estaba incluida en la lista de festividades cristianas más antiguas que se conocen: la de Ireneo (130-202) y la de Tertuliano (160-220). La evidencia más temprana de algún interés histórico o religioso por la fecha de la Navidad proviene de la ciudad de Alejandría, cerca del año 200 de nuestra era, cuando Clemente de Alejandría (mediados del s. II-c. 216) informó sobre ciertos teólogos egipcios que fijaban el nacimiento de Cristo el 25 pashons copto (20 de mayo) del vigésimo octavo año del reinado de César Augusto (63-14 a.C.).
En el año 221, en la obra Chronographiai, el historiador cristiano Sexto Julio Africano (c. 160-c. 240) popularizó el 25 de diciembre como la fecha del nacimiento de Jesús. Para la época del Primer Concilio de Nicea en 325, la Iglesia Alejandrina ya mencionaba esa fecha para el Díes nativitatis et epifaníae.
Sin embargo, el día de Navidad no fue oficialmente reconocido por la Iglesia sino hasta el año 345, cuando –por influencia de san Juan Crisóstomo (347-407) y san Gregorio Nacianceno (329-389)– el 25 de diciembre fue inicialmente proclamado como día de la Natividad.
Años más tarde, para hacer más fácil que los romanos pudiesen convertirse al cristianismo sin abandonar sus festividades, el papa Julio I (papa entre 337 y352) pidió, en el año 350, que el nacimiento de Cristo fuera celebrado el 25 de diciembre, lo cual fue decretado por Liberio (papa entre 352 y 366) en 354. Ya para el siglo V, la Iglesia de Occidente (Roma) había dado la orden formal de que la Navidad fuera celebrada anualmente en esa fecha.
Algunos mantienen que el 25 de diciembre fue adoptado solamente en el siglo cuarto como día de fiesta cristiano después de que el emperador romano Constantino I el Grande se convirtió al cristianismo para animar un festival religioso común y convertir a los paganos en cristianos. La lectura atenta de expedientes históricos indica que la primera mención de tal banquete en Constantinopla no sucedió sino hasta 379, bajo San Gregorio Nacianceno. En Roma, puede ser confirmado solamente cuando se menciona un documento aproximadamente del año 350, pero sin ninguna mención de la sanción por el emperador Constantino.
La Edad Media.
Ya avanzada la Edad Media, la Iglesia incorporó dos nuevos rasgos a la celebración de la Navidad que siguen hasta nuestros días. El primero fue la costumbre instaurada por san Francisco de Asís (1182-1226), en el siglo XIII, de recrear el nacimiento de Jesús con figuras alegóricas (aunque la primera vez que lo hizo, en 1223, utilizó modelos reales de carne y hueso), en grutas o en el portal de las iglesias. Así nació el “belén” o “portal” navideño.
[Francisco] Pretendió que la celebración se asemejara lo más posible a la natividad de Jesús, y montó un pesebre con animales y heno; pobladores y frailes de los alrededores acudieron a la misa en procesión. Allí el poverello asistió como diácono y predicó un sermón. [Esta celebración] es considerada un importante evento religioso, una fiesta única.
El otro rasgo de la celebración de la Navidad fue la costumbre de cantar los famosos villancicos, como una manera bella y eficaz de transmitir oralmente las tradiciones de la época entre la población, dado el altísimo índice de analfabetismo de esta época.
La Edad Moderna.
Con la Reforma protestante y el surgimiento de las nuevas corrientes cristianas que abogaban por una vida más severa y frugal, algunas de las costumbres navideñas cambiaron en ciertos países. Así, por ejemplo, los tradicionales banquetes con los que culminaban las celebraciones de la Navidad, fueron prohibidos en la Gran Bretaña puritana en 1552, no fue sino hasta la época victoriana que se volvió a la costumbre de celebrar estas fiestas con el entusiasmo que aún hoy es característico.
Durante la Reforma, la Navidad fue prohibida por algunas de las iglesias protestantes, que la calificaron como "trampa de los papistas" y hasta "garra de la bestia", debido a su evidente relación con el catolicismo y, peor aún, con el paganismo antiguo. Lo mismo ocurrió, luego de la llegada de Oliver Cromwell (1599-1658) al poder en Inglaterra, en 1647. La medida fue muy impopular y originó levantamientos en diversos lugares. La Restauración de los Estuardo en 1660 puso fin a la prohibición, pero muchos de los miembros del clero reformista, no conformes, mantuvieron el rechazo puritano de las celebraciones navideñas.
En las colonias inglesas en América, pobladas por los descendientes de los puritanos del Mayflower, la Navidad fue inicialmente rechazada, y su celebración fue incluso declarada ilegal en Boston entre 1659 y 1681. Eventualmente, la celebración fue rechazada por los rebeldes americanos, quienes la estimaban una costumbre demasiado inglesa.
El siglo XIX.
La Navidad, tal como la conocemos hoy, es casi toda una creación del siglo XIX. Luego de la crisis originada en las corrientes protestantes, la celebración de la Navidad estaba en un punto muy bajo para inicios del siglo XIX. Pero el espíritu romántico de la época fue capaz de darle una vez más impulso a las fiestas.
En la década de 1820, (…) algunos escritores británicos comenzaron a preocuparse, pues la Navidad estaba en vías de desaparición. Dado que imaginaban la Navidad como un tiempo de celebración sincero, hicieron esfuerzos para revivir la fiesta. El libro de Charles Dickens (1812-1870) “Un cuento de Navidad”, publicado en 1843, desempeñó un importante papel en la reinvención de la fiesta de Navidad, haciendo hincapié en la familia, la buena voluntad, la compasión y la celebración familiar.
Por un lado, el árbol de Navidad, que se originó antiguamente en las zonas de influencia germánica, se extendió con el tiempo –en parte gracias a la expansión económica y al colonialismo europeo– por otras áreas de Europa, América y, eventualmente, el resto del mundo. Por otra parte, los villancicos medievales fueron recuperados y se compusieron muchos nuevos que aún se cantan en nuestros días. Además, los banquetes y las grandes reuniones fueron reinstaurados en esta época, cuando la bonanza económica del colonialismo permitió relajar el puritanismo social y religioso. Finalmente, las tarjetas de Navidad empezaron a utilizarse a finales del siglo XIX, cuando la asistencia a las fiestas familiares resultaba imposible y entonces se enviaba un saludo en su lugar.
San Nicolás, Santa Claus y el espíritu de la Navidad.
La imagen familiar de Santa Claus, un viejo gordo y bonachón que reparte juguetes y otros regalos desde un trineo tirado por renos capaces de surcar los aires, es una invención estadounidense de principios del siglo XX, inspirada en la leyenda europea de Papá Noel, un personaje mucho más sobrio y austero, cuya historia a su vez se remonta al Oriente europeo, donde se recuerda la vida de san Nicolás (c. 280-mediados del siglo IV), el obispo de origen griego, que asistía a los huérfanos pobres y les daba regalos para ayudarlos y confortarlos.
San Nicolás (también conocido como san Nicolás de Bari en Occidente y san Nicolás de Mira en Oriente) fue uno de los santos más venerados por los fieles cristianos durante la Edad Media. Vivió en el siglo IV en Anatolia (actual Turquía), y provenía de una familia acomodada. Muertos sus padres, repartió sus bienes entre los más pobres y se dirigió a Mira donde su tío era obispo. Se ordenó sacerdote a los 19 años y, a la muerte de su tío, lo reemplazó como obispo.
Tuvo una especial predilección por la gente pobre y por los niños, y hay muchas historias sobre sus hechos y milagros a favor de los pobres. Se cuenta que un hombre muy pobre no podía, debido a su condición, casar a ninguna de sus tres hijas, ya que no contaba con los medios para pagarles una dote. Al enterarse de ello, Nicolás obsequió cierta cantidad de oro a cada una de ellas, conforme alcanzaban la edad para desposarse. Los regalos eran entregados en secreto, mediante un truco que luego haría famoso a Santa Claus: Nicolás entraba por una ventana y ponía su presente dentro de los calcetines de las niñas, que colgaban sobre la chimenea para secarlos después de haber sido lavados.
Tal fue la admiración que todos sintieron por él desde su época, que eventualmente se convirtió en el santo patrón de Grecia, Turquía, Rusia y la Lorena (Francia). Sus reliquias se conservan en la basílica de Bari, en Italia, rescatadas de la invasión turca de Mira. Las reliquias fueron objeto de peregrinación por muchos años, debido a los milagros que se les atribuían.
En Europa, en su versión navideña, se le conoce como “Papá Navidad” (Father Christmas, Père Noël, Babbo Natale, etc.)
La transformación de san Nicolás en Santa Claus y Papá Noel sucedió alrededor del año 1624.
Cuando los inmigrantes holandeses fundaron la ciudad de Nueva Ámsterdam, más tarde llamada Nueva York, obviamente llevaron con ellos sus costumbres y mitos, entre ellos el de Sinterklaas, su patrono (cuya festividad se celebra en Holanda entre el 5 y el 6 de diciembre).
En 1809 el escritor Washington Irving, escribió una sátira, Historia de Nueva York, en la que deformó al santo holandés, Sinterklaas, en la burda pronunciación angloparlante Santa Claus. Más tarde el poeta Clement Clarke Moore, en 1823, publicó un poema donde dio cuerpo al actual mito de Santa Claus, basándose en el personaje de Irving. En ese poema se hace mención de una versión de Santa Claus, enano y delgado, como un duende; pero que regala juguetes a los niños en víspera de Navidad y que se transporta en un trineo tirado por nueve renos, incluyendo a Rudolph (Rodolfo).
Posteriormente, hacia 1863, adquirió la actual fisonomía de gordo barbudo bonachón con la que más se le conoce. Esto fue gracias al dibujante alemán Thomas Nast, quien diseñó este personaje para sus tiras navideñas en Harper's Weekly. Allí adquirió su vestimenta y se cree que su creador se basó en las vestimentas de los obispos de viejas épocas para crear este “San Nicolás”, que en ese momento ya nada tenía que ver con San Nicolás de Mira.
A mediados del siglo XIX, el Santa Claus estadounidense pasó a Inglaterra y de allí a Francia, donde se fundió con Bonhomme Noël, el origen de nuestro Papá Noel, quien tenía parecido físico con Santa Claus, pero vestía de blanco con vivos dorados. Igualmente a fines del siglo XIX, a partir de un anuncio estadounidense de la Lomen Company, se crearía la tradición de que Papá Noel procedería del Polo Norte; y se popularizarían completamente los renos navideños como medio de trasporte de Santa Claus.
Luego, a comienzos del siglo XX en 1902, el libro infantil The Life and Adventures of Santa Claus de L. Frank Baum, se origina la historia de cómo Claus se ganó la inmortalidad, al igual que su título de santo.
Igualmente, ya en el siglo XX, la empresa Coca-Cola encargó al pintor Habdon Sundblom que remodelara la figura de Santa Claus/Papá Noel para hacerlo más humano y creíble. Esta versión data de 1931. En este punto, sin embargo hay que aclarar que es solo una leyenda urbana la creencia de que el color rojo y blanco de Santa Claus tenga su origen en los anuncios que la marca Coca-Cola empezó a hacer a partir de 1931, aunque sí es cierto que contribuyeron a la popularización de estos colores y del mito mismo. Hay muchas ilustraciones y descripciones casi fidedignas anteriores al anuncio como la de Thomas Nast (1869) o St. Nicholas Magazine (1926), entre otras; eso sin considerar además las antiguas representaciones religiosas del obispo San Nicolás de Mira ó San Nicolás de Bari, en las que es común el color rojo y blanco de la vestimenta religiosa, si bien es cierto que desde mediados de 1800 hasta principios de 1900 no hubo una asignación concreta al color de Santa Claus, siendo el verde uno de los más usados. Por lo tanto, se considera que la campaña masiva de Coca-Cola fue una de las principales razones por las cuales Santa Claus terminó vestido de color rojo y blanco, pero estos publicistas no fueron los primeros en representarlo con estos colores.
En cuanto a la morada de Papá Noel, como la leyenda se originó en el Hemisferio Norte, a principios del siglo XX se esparció la idea de que viviría en el Polo Norte; sin embargo igualmente hay que recordar que existen otros lugares cercanos postulados como su hogar, los cuales son: Laponia sueca, Laponia finlandesa y Groenlandia.
Así, el mito actual cuenta que Santa Claus viviría en las proximidades del Polo Norte junto a la Señora Claus y una gran cantidad de duendes navideños, que le ayudan en la fabricación de los juguetes y otros regalos que le piden los niños a través de cartas.
Para poder transportar los regalos, Santa Claus los guardaría en un saco mágico de Santa Claus y los repartiría a las 00:00h del día 25 de diciembre, en un trineo mágico volador, tirado por “renos navideños”, liderados por Rudolph; un reno que ilumina el camino con su nariz roja y brillante, siendo [este personaje] el último en agregarse a la historia.
Santa Claus podría entrar a los hogares de los niños, al transformarse en una especie de humo mágico; y así entrar por la chimenea u otro orificio de las casas; si éstas no disponen de una.
Para saber qué niños merecen regalos, Santa Claus dispondría de un telescopio capaz de ver a todos los niños del mundo; además de la ayuda de otros seres mágicos que vigilarían el comportamiento de los niños. Así, si un niño se ha comportado mal, se dice que quien lo vendría a visitar sería “Carbonilla”, y no Santa Claus; y como castigo Carbonilla le regalaría a los niños solo carbón.
En la actualidad, el personaje de Santa Claus despierta polémica por la manipulación de los medios tendiente a fomentar el consumismo y el materialismo durante la temporada de Navidad. Se dice que Santa Claus representa un sistema de valores diferente al que debe rodear la celebración del nacimiento de Jesús. La acusación parece válida desde muchos puntos de vista, aunque debe reconocerse que Santa Claus no es la causa sino un mero efecto de esas tendencias mercantiles.
La Navidad en la actualidad.
Actualmente, la Navidad es –como se dijo– una temporada de gran actividad comercial e intercambio de regalos, así como de consumo, mediante reuniones y comidas familiares. De muchas maneras, los aspectos de recogimiento espiritual relacionados con la figura del Niño Dios han pasado a un segundo plano.
En Occidente se celebra la llamada Misa del gallo en iglesias y catedrales. En los países de América Latina, de arraigada tradición católica, se celebra especialmente la Nochebuena (el 24 de diciembre), con una cena familiar consistente en una diversidad de platos, postres y bebidas tradicionales según el país. También se acostumbra celebrar la ocasión con música alegórica y fuegos artificiales.
La Navidad es celebrada por los cristianos, pero también los no cristianos e incluso por ateos, quienes aprovechan la Navidad, como mero festejo de convivencia social y familiar.
La Navidad en las artes.
El tema de la Navidad ha interesado a los artistas de todos los tiempos y por ello es uno de los más representados en las artes visuales, auditivas y escénicas, lo mismo que en la literatura.
Algunas de esas obras artísticas se han convertido en parte del repertorio artístico de la temporada, como El cascanueces, ballet de Piotr Tchaikovsky (1840-1893), el oratorio El Mesías, de Georg F. Händel (1685-1759) y Un cuento de Navidad, de Charles Dickens, ya mencionado.
* * * * *
Creemos que el tema es de bastante interés, como medio para entender ese fenómeno en el que nos sumergimos todos los años en el mes de diciembre, cuando todos sentimos –independientemente de nuestras creencias religiosas, que algo especial se celebra.
Los esperamos como siempre.
Saludos,
Carlos.
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