Estimados amigos,
Este jueves tenemos un invitado de lujo: Ludwig van Beethoven. Paradigma de la música, Beethoven fue un verdadero titán, por lo que entronca bien con los temas recién explorados durante nuestros últimos almuerzos.
Como figura, Beethoven fue un hombre que se salió de los moldes usuales, ya que -lo mismo que Miguel Ángel- vivió, creó y sufrió en gran escala, y todo lo que enfrentó lo resolvió con voluntad, tenacidad y una fuerza prodigiosa. Como Prometeo, nos entregó obras que estaban muy por encima de lo conocido en su tiempo y, al hacerlo, cambió la historia para siempre. También como Prometeo, Beethoven fue un benefactor de la humanidad y pagó un precio importante por ello, aunque, merecidamente, el reconocimiento que se le hace en la actualidad es unánime y absoluto.
Tardamos casi un año en presentar alguna obra de Beethoven. El problema es que cuesta mucho elegir entre su catálogo, ya que es amplio y de una altísima calidad. En algún momento, incluso, pensamos en la posibilidad de hacer ciclos sobre sus obras: sus sinfonías, sus conciertos, sus sonatas para piano, sus cuartetos de cuerdas, etc., pues, en efecto, su obra da para todas esas posibilidades. Sin embargo, las exigencias de tiempo hacían esta posibilidad muy complicada para el formato de un almuerzo. Al final, se nos ocurrió que convenía empezar por la obra que señala un antes y un después en la historia de la música clásica, pues es con ella que el compositor rompe los esquemas de Mozart y Haydn y pone a Viena primero, y luego al resto de Europa, de cabeza con una sinfonía que va a tono con los tiempos revolucionarios que se vivían por entonces. Con esta obra se inicia el romanticismo musical, que habría de extenderse como un incendio por todo Occidente, para estar en boga por casi cien años.
La Sinfonía No. 3 en mi bemol mayor, op. 55, de Beethoven es notable porque ser desproporcionadamente larga para los estándares de la época y porque contiene disonancias y acordes completamente alejados de los esquemas clásicos en boga. Su estilo es distinto a todo lo conocido, debido a la intensidad de los ritmos, a que los silencios están fuertemente marcados, y a que sus pasajes son infinitamente memorables. En efecto, el primer movimiento marca la pauta de un mundo musical nuevo; luego, hay una extraordinaria profundidad en la marcha fúnebre que conforma el segundo movimiento; y, finalmente, el espíritu luego se desborda por la fuerza triunfal de los dos últimos tiempos de la obra.
La fuerza revolucionaria de esta pieza es tal, que Beethoven la dedicó primero al hombre que en ese momento marcaba de manera decidida el cambio en Europa: Napoleón Bonaparte. Luego, ante la noticia de que éste se había coronado a sí mismo emperador de los franceses, tachó muy molesto la dedicatoria y simplemente dedicó la sinfonía "al recuerdo de un gran hombre".
Al respecto resulta interesante lo que dice un autor, que destaca la importancia de la obra más allá de su circunstancial relación con el general y emperador francés:
El verdadero héroe de la Heroica no fue Napoleón. La ambivalencia de Beethoven con respecto al líder francés se transformó en una declaración subjetiva sobre el heroísmo del nacimiento, la muerte y el renacimiento. Lo que realmente está enterrando Beethoven (con su Marcha Fúnebre) no es a Bonaparte, ni siquiera a sus propias actitudes conflictivas hacia Napoleón, sino al estilo clásico de la música. Lo que nace es una música abiertamente emotiva de una fuerza y una inmediatez sin precedentes. El verdadero héroe de la Heroica es la música misma.
(...) Después del nacimiento de la Heroica, ningún compositor posterior pudo ignorarla. El desarrollo de la música sinfónica del siglo XIX se puede rastrear hasta la Heroica más que a cualquier otra obra, y le llevó a los compositores más de un siglo agotar su trascendencia.
(http://www.hagaselamusica.com/clasica-y-opera/obras-maestras/sinfonia-heroica/)
La interpretación de la Sinfonía Heroica estará a cargo de la Filarmónica de Berlín, dirigida en esta oportunidad por Claudio Abbado, uno de los directores más preclaros de nuestro tiempo. Están todos invitados.
Saludos,
Carlos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario